La verdad es que me levanté con la ilusión de estar en el cielo, o en el peor de los casos el infierno. Bueno, en una de esas hubiera preferido el purgatorio así entiendo bien de qué se trata (jamás nadie lo ha explicado claramente).
En Uruguay, como característica principal, lo vivimos con humor y con descreimiento. País especialista en descreer de todo, absolutamente todo. Primero solo y despegado en el IFFHS de los “países descreídos” en el mundo.
“Lo único que pido es ver a Peñarol jugar la semifinal, después si quieren que le den OFF al botón del mundo”, comentaba un hincha, un poco en serio, un poco en broma.
“¡No! ¡Que no se termine! ¡Por favor! ¡Antes de irme de este mundo quiero ver a Uruguay campeón del mundo! ¡Uruguay nomá! ¡Uruguay nomá! ¡Uruguay nomá!”, gritaba Gorzy la pasada medianoche mientras corría desnudo por la calle.
“Ah sí, es todo un invento de la prensa. Tenfield con Paco a la cabeza, algún invento de algún ‘neutral’ de la AUF para que no salgamos campeones”, comentaba indignado un hincha de Nacional.
“Y, lástima que me voy sin sacar campeón a Nacional. Pero por lo menos me fui creando 457 chances de gol en toda mi carrera como entrenador, 980 goles en contra y 216 cambios en el primer tiempo”, señalaba Juan Ramón Carrasco.
“Hay que ver. Matemáticamente es posible, todavía hay chances de que peleemos por el uruguayo, y obviamente está intacto el sueño de la Copa. Hay que ver si se termina el mundo, por eso te decía, nosotros somos un equipo de 11 hombres y venime a terminar el mundo si queres, primero nos tienen que ganar”, respondía Diego Aguirre, seguramente perturbado por el “sueño de la Copa”; que lo tiene durmiendo poco, soñando con la Copa mientras duerme, soñando despierto también con la Copa.
“Lástima que si se termina el mundo no podemos concretar ese tan ansiado sueño que tiene todo el pueblo peñarolense: el del estadio propio. La verdad que veníamos trabajando muy bien, nos faltaba el terreno, las firmas de los vecinos, alguien que lo haga, y la plata”, comentaba Juan Pedro Damiani.
“Por supuesto que me alegraría que Peñarol gane la Libertadores. Ah no, perdón, me decías del fin del mundo; me apena mucho, me agarra justo sin hacerme el brushing”, declaraba Ricardo Alarcón.
“¿Viste por qué nos convenía festejar el Bicentenario este año? Sino pa’ cuando”, respondía el presidente José Mujica.
“Y está bueno, me parece que es bueno para el país. Creo que está bueno que se armen movidas colectivas, que sean ideas que salgan del pueblo. Está bueno”, contestaba Pedro Bordaberry.
“No entiengdo”, señalaba Jorge Larrañaga.
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A esta persona científicamente se le llama “el loquito”, según lo define el científico canadiense Henry Pámelachu. Ese que ante lo que ve en la televisión y más o menos se lo argumentan dos o tres que pongan cara seria; se lo cree. “Entran como caballos, e igual se van a Alaska, como total nadie sabe nada de ese lugar, no hay Dios ni Biblia ni profecía Maya que sepa qué cuerno pasa en Alaska, además de nevar a lo loco”, señalaba el científico canadiense radicado en Uruguay. |
Por otra parte, en el exterior se vivía de manera diferente. Quizás lejano a donde exista todo tipo de especie humana llamada “uruguayo”, quien no solamente es descreído por sí mismo sino que contagia al resto. Por eso, en los lugares donde existen kilómetros de distancia entre un ser humano y un uruguayo, el descreimiento no es tan grande; sino que por el contrario hasta algunos se la creen.
Cada pocos años tenemos un loquito en la prensa diciendo que se acabará el mundo, que al Apocalipsis se acerca, que la vamos a quedar todos, o que “la Biblia lo dice, fijate bien”. Y como nadie tiene tanto tiempo de sobra (inclusive yo) como para leer la Biblia, ¿quién se lo va a desmentir? Más de una vez intenté abrir el librote en alguna página al azar, pero no me funcionó; lo único que encontré fueron editoriales de Mateo, Juan, o Neber Araujo.
“Riquelme está feliz”, contestaba Juan Román Riquelme.
“No sé, si vendieran todo el oro del Vaticano esto no pasaría. Eso sí, hay varios que se van y se la llevan adentro”, respondía Diego Armando Maradona, mientras alguien le arrimaba unas uvas y unas odaliscas lo abanicaban desviando el humo de su habano.
“¡Esto es todo un invento de los yanquis! Porque claramente quieren desviar el centro de la atención mientras traman sus planes macabros, ¡malditos! ¡son el mismísimo demonio!”, señalaba, un poco exaltado, el presidente Hugo Chávez.
“¿Cómo? Todavía no dimos la orden”, contestaba con gran sorpresa el presidente estadounidense Obama.
Con algunos desnudándose en la rambla, con otros sentados en la vereda viendo pasar gente por última vez mientras se ceban un amargo. Con los más descreídos siguiendo su vida normalmente como siempre, mientras otros intentan gastar todo su dinero dándose todos los gustos que siempre quisieron darse, o simplemente buscando una razón más en su propia conciencia para seguir gastando en un lcd de 59", y una bata de baño forrada con piel de leopardo. Otros que simplemente deciden insultar a su jefe con las ganas que siempre le tuvieron, u otros espantados por el miedo deciden acortar el trámite y cabecearse una bala.
En sí, el mundo no se terminó. ¿A las 18 hs se ponía todo oscuro? Y sí, a esa hora anochece, mi viejo. Ahora me dicen que hoy nada más comenzaba el fin del mundo, bueno, ya empiezan a titubear, no es serio che.
Por lo pronto acá estamos, vivos. Ya empiezo a creer que todo esto era una campaña para promocionar un nuevo supermercado.