El reloj me atrasa solo


Un título poco sugerente, pero apuesto a que muchos de ustedes han pronunciado esta frase alguna vez. Sobre todo hace diez años atrás, o ahora, que se volvió a poner de moda usar reloj. Confío en que entenderán de lo que hablo, ahora, ahí nomás en el siguiente párrafo.
No es casualidad ya. Este país tiene un pequeño atraso en… Todo. A ver, la beatlemanía llegó un cacho tarde, digamos que unos 50 años tarde. Ahora todos quieren que vuelva Paul, así lo vamos a ver (sí, hablo en primera persona, no fui a verlo y quiero hacerlo antes de morir).
Mi disparador arrancó en el popular (creo) programa televisivo, ese que recorre los puteros, entrevista en una noche de gira a los cantantes de cumbia, o entrevista a indigentes (valga la redundancia). Hablo de Cámara Testigo, acabo de notar una palabrita que me hizo reaccionar: “verano”.
Agreguemos el programa de todas las tardes en nuestra querida La Tele: Verano Perfecto. Se nos escapó la tortuga, está bien que el verano es la estación del año que más nos favorece como país. Estación en la que pasamos preocupados de si los turistas están pasando bien, si les falta alguna mantita para dormir de noche, si la comida les resulta cara o les es nocivo la arena entre las patas. Todo esto teniendo en cuenta la agenda de los queridos informativos, que siempre están pendientes de lo que le preocupa a la gente. ¿Decís que no? ¿Decís que a la gente tampoco le preocupa la ola de asaltos y de robo de pañuelos de tela? Es fuerte lo que estás diciendo (disculpen, me pregunté y me contesté a mí mismo, creo que es culpa de estos programas que en otoño te siguen metiendo “verano” pa’ que no labures y sigas con ganas de echarte al sol un rato).
Me fui un poco por las ramas, por esas ramas que están quedando vacías como suele suceder en el otoño, pero si la tele me dice que estoy en verano, lo de estos árboles debe ser mentira. Siempre sospeché que estaban en contra de nosotros con eso de caerse arriba de los autos y que las raíces de algunos te tiren abajo una casa. En fin, están en contra de los bienes materiales estos árboles al final che.
Bueno, no solo me fui por las ramas sino que el sonido de cuando piso las hojas amarillentas me está distrayendo. No, no voy con la notebook escribiendo mientras camino por las calles, la última vez que lo intenté tuve que tirar a la basura mi calzado porque estos animalitos que la gente saca a pasear no distinguen entre las raíces de un árbol y una mampostería fina.
Volviendo al tema de Paul McCartney, que vino a nuestro país porque, bueno, anda en esa onda de “a ver cómo será este país” mientras gira un globo terráqueo de esos que cuando niño nos aburríamos de verlo y lo usábamos de pelota playera*, y va eligiendo al azar mientras pone el dedo en lugares equis, luego de dos o tres intentos fallidos con el dedo en medio del océano.
No lo culpo al Sir, de última todos, de alguna manera u otra, nos dimos cuenta que Uruguay no es tan malo. Tarde. Claro, para eso tuvimos que conocer dos o tres lugares en el extranjero. No tengo nada en contra del pueblo guaraní, que les mando un saludo grande, en particular al vendedor de milanesas en un shopping, al que no le entendí demasiado, por las dudas no me contestes porque temo no entenderte tampoco en tu escritura. Repito, no tengo nada en contra del pueblo paraguayo, pero me animaría a decir que Paul, no solo porque dicen –dicen- que le gustó nuestro país, sino que bueno… Nos va preferir.
A ver, no tengo nada en particular con la gente paraguaya, pero no puedo mentirles, tienen un país… Feo. Ojo, la gente paraguaya es divina, no se hace entender demasiado, son medios tímidos o se chupan las palabras para adentro, pero de alguna manera u otra los entiendo, hay que convivir todo el tiempo en ese lugar chato, sin efervescencia (en todos los sentidos que se te ocurra) y con tres o cuatro ceros en los billetes. Además, si todavía permanecen costumbres coloniales, como ponerse un canasto en la cabeza y salir a vender, no sé si llegaron los restaurantes vegetarianos. Te lo digo en una bien, Sir.
Esquivando el tema de la columna, quiero brindarles una reflexión sobre Paul McCartney y la posibilidad remota de su vuelta. Creyendo en la teoría de que Paul no es Paul, sino un reemplazante de su reemplazante luego de que ambos murieran (sí, esa loca teoría que anda circulando hace años pero los informativos locales recién la descubrieron): entonces tendremos Paul, por qué no, para unos… Cuarenta o cincuenta años más. Matemáticamente tenemos chances, amigos.
*Si no usaste esos globos terráqueos de pelota, no tuviste infancia y además crees en los enfermeros de este país, pedacito de un pescador que me ilusionó con que los ovnis también nos visitan.
Otra aclaración: cuando hablo del país hablo de Montevideo, el interior es igual de chato y feo que Paraguay.
Vieron qué lindo reloj me compré. Bueno, ustedes no se logran dar cuenta, pero está atrasado.

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