¿Cementerio-de-los-elefantazo?

Un nuevo 16 de julio, una nueva hazaña, un nuevo local que marcha en manos nuestras, un nuevo estadio enmudecido, un nuevo animal que nos deja con 10 todo el partido.
Hace un tiempo vengo teniendo la sensación que al fútbol argentino le está pasando algo que me suena familiar. Jugadores que militan en Europa, a gran nivel, pero en la selección nacional pasan sin pena ni gloria. Equipos en el medio local que si llegan a la semifinal de una copa internacional se ponen contentos, y el periodismo habla de “campeones morales”. Sobrevaloran el hecho de obtener un campeonato local. Grandes sumidos en la intrascendencia. Y el Chino Recoba de turno, a otra escala (porque son más que tres millones pelados), para Argentina es Messi.
A veces el fútbol parece increíble, generalmente lo es. Ahora, no es serio que Uruguay elimine siempre, pero siempre, absolutamente SIEMPRE al organizador del evento.
A ver, en términos cotidianos llevémoslo a un ejemplo. Un cuarentón, otrora gordito de la clase, hoy gordo oficializado, organiza un asado para reencontrarse con sus compañeritos del liceo; esos que durante años lo gastaron. Pero siendo fiel al dicho popular (era un gordo bueno), jamás les tuvo bronca. Compró la carne, cargó los casilleros de cerveza, las fundas de refrescos, armó la picada, compró la leña, prendió el fuego, y se perdió las mejores charlas en la picada porque el gordo boludo estaba haciendo el asado afuera con 10° bajo cero. No solo que el gordo se sacrificó por sus compañeros, con la ilusión que cuando coman el asado pudiera compartir hermosas charlas de recuerdos y anécdotas; sino que mientras trabajaba una costilla se le ocurrió preguntar “¿y el Tito? Hoy lo vi, ¿dónde se metió?”. Nadie contestó. Pero la costilla estaba tan brava que el gordo hasta se olvidó. “Aguantame que les alcanzo unos escarbadiente’”, dijo el gordo mientras se dirigía al dormitorio para luego encontrarse con una sorpresa. El Tito estaba en pleno acto sexual con su mujer, “¡gordo! ¿tan listos los chori ya?”, decía el Tito mientras se subía los calzones.
Alguna de las cargadas que ya empiezan a circular en internet.

No hay caso. Hoy no hubo pelota abajo del brazo, lo más parecido fue el colero del pelo de Cáceres, que justo se le desprendió el moño y tuvo que jugar un rato con el pelo suelto; toda una hazaña. No hubo copa de por medio, de copas se fueron varios para ahogar las penas de la derrota en el alcohol y las mujeres de fácil acceso a la zona mixta. Tampoco se jugaba en un estadio para 200 mil personas, y además algún que otro uruguayo había. En el 50’ no habían Sergio’s Gorzy’s, ni tampoco teníamos 398 periodistas acreditados en Maracaná. Nuestro capitán era Obdulio, todo un símbolo; hoy a nuestro capitán le dicen “la Tota”, se mira al espejo y le pregunta al de al lado mientras se revuelve un poco el pelo “¿cómo estoy, Mota? ¿Doy malo, qué decís?”.
Capítulo aparte para el señor Álvaro “Palito” Pereira. Desconocemos el origen del apodo, y no pretendemos investigarlo, por las dudas. Pero estamos hablando de un hombre, con todas las letras, incluso te hace sonar la “h” si quiere. El famoso “ida y vuelta” por la banda izquierda le queda chiquito, se aburre y hasta te hace un gol. Con ese rostro de hombre sufrido, fijate que te corrió más de 100 minutos y viene de tener un hijo; con todo lo que esto último conlleva. No me vengan con que el hijo no es un problema para descansar bien porque Palito está concentrado con el plantel, ¡mentira! ¿A caso se piensan que la mujer no lo llama cada 15 minutos? Así son las mujeres viejo, el pobre muchacho estaba yendo al piso para barrer y/o reventar a Messi mientras te calculaba cuántos paquetes de pañales tenía que comprar en la farmacia que le quedara en el camino.
Y si creímos que el Ruso Pérez había sido capaz de todo en el Mundial, estaban más o menos acertados. Desde el primer minuto debimos quedarnos con 10, claro, no hay referee que todavía haya echado a un jugador al minuto de juego (no me vengan con estadísticas de Finlandia, donde el Larrionda finlandés echó un jugador a los 45 segundos). Claro que el Ruso es inteligente y sabía que sino lo echaron al minuto, tarde o temprano lo harían, por eso decidió acomodar todo lo que se le cruzara por el camino. Eso sí, con la mano en el corazón felicitamos al Ruso por el gol que tanto merecía, hace un año.
Y por acá los voy dejando, queridos lectores, me esperan horas y horas de televisión argentina. Recordando los viejos tiempos del periodismo deportivo uruguayo, donde todo estaba mal, donde ningún jugador venía por la camiseta, donde los centros había que tirarlos al punto penal y no por detrás del arco, donde los repatriados venían a pasear, ir de putas y jugar (en ese orden). Gracias querido Uruguay por darme esta alegría que ningún uruguayo en el 50’ pudo tener. Sí, es cierto que fuimos campeones del Mundo en aquel entonces, pero ellos no tuvieron jamás la oportunidad de ver horas y horas de Colorados Liberman’s, de Fernando Niembro’s, de Quique Wolff’es, etcétera, etcétera. Además, los brasileros no son tan graciosos cuando pierden. “Al gran pueblo argentino, salud”, estará diciendo Gorzy en algún bar en estos momentos, mientras paga la vuelta para todos los argentinos allí presentes; dando origen a una nueva leyenda que seguramente alguien lo lleve a libro, mañana o pasado.
Algo que nunca entendí son los arqueros o sea quien sea, que no miran los penales. Flaco, a vos te hablo: ¿sabes lo que daría yo por estar ahí adentro? Si tuviera la plata o la acreditación pertinente estaría ahí mismo mirando todito sin mariconear diciendo “¡ay no quiero ver, no quiero ver!”. Me calenté, mirá.
PD: Mencioné un par de veces el tema de las acreditaciones. No sé, capaz que alguien con “influencia” me lee y me considera de importancia sustancial en el humor del pueblo uruguayo, y en una de esas me tira una acreditación para la semifinal. Bienvenida sea.

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