Hola,
mi nombre es Chanchito y vuelvo por estos lados a escribir para esta
prestigiosísima página. El tema de hoy: no hay tema, pero si una moraleja. ¿Qué
querés, que te adelante la moraleja? Las moralejas van al final, botija. Y
además no tengo ganas, la moraleja pensala vos.
Parecerá
insistente, y lo es, pero vuelvo a escribir sobre cosas que suceden dentro de
un transporte colectivo. La vigésima cuarta vez que escribimos sobre este tema,
pero nunca repetimos nada (¿?).
Lo
de hoy es una anécdota, algo que difícilmente se vuelva a repetir, y por eso
vale la pena contárselo a ustedes. O eso espero, porque si este tipo de
situaciones se vuelven a repetir, me va a entrar a dar miedito ya.
Ya
en mi tercer viaje con el boleto de una hora. Sí, yo tengo una tarjeta mágica
que meto hasta tres viajes dentro de una hora. Mañana tendremos que sufrir
algún paro de ómnibus de último momento si alguien de algún sindicato del
transporte llega a leer esto que estoy diciendo. Seguramente un paro en
protesta por aumentos salariales a causa de las pérdidas que mi tarjeta
electrónica les está provocando.
Les
decía que subía a un ómnibus. Iba acompañado y esa persona se dirigía hacia el
fondo, “acá adelante hay lugar” le dije, y nos sentamos donde sugerí. Apenas me
siento ya comienzo a escuchar palabras que me llamaron la atención. “Te estás
haciendo el vivo porque sos un pendejo. Sos un pendejo, ¿qué tendrás? ¿15 años?”,
llegué a escuchar.
Continué
escuchando eso que salía de lo normal, preparado mentalmente para que esa
tensión se cortara a los pocos segundos en donde me dé cuenta que se trata de
una simple broma entre amigos.
La
discusión, o mejor dicho monólogo porque solo una persona se mantenía
increpando a la otra, continuó. “Sos bien estúpido, si yo no tengo ganas de
escuchar lo que vos estás escuchando ¿por qué no apagás eso o te ponés unos
auriculares?”, continuaba diciendo el flaco mientras sonaba de fondo una cumbia
villera en el celular del increpado.
Para
hacer una mera descripción de los personajes: el increpante lucía barba y un
cierto aspecto entre rockero y hippie, y no tenía cara de loco. El increpado
era rapado, caravana, ropa deportiva y camiseta de Peñarol por debajo de la
campera. No hacía frío pero ambos usaban campera, pero bueno, esto también es
culpa de Vázquez Melo y sus pronósticos exagerados. Claro, él se ataja diciendo
“yo les meto la alerta por las dudas, si les encajo ‘precipitaciones aisladas’
y después caen soretes de punta me cagan a pedos a mí”. Lo que no conoce este
señor de los pingüinos es todo el drama, suspenso y desesperación que puede
llegar a provocar en las personas carenciadas una vez que escuchan “alerta
naranja”.
Me
fui de tema, y me puse serio. Pero bueno, alguien lo tiene que hacer si los “meteorólogos”
uruguayos no son serios.
El
monólogo acusante continuaba, algún improperio también tenía lugar. El muchacho
rapado jamás contestaba, el pibe continuaba con la típica mirada soberbia con
la que transitan por la vida estos adolescentes de gorros fucsia.
La
música, esa misma que suena cada vez que nos cruzamos un “plancha” (para mí no
es sensación térmica, siempre escuchan el mismo tema o todas las cumbias “de lejos”
suenan igual), no dejaba de sonar.
La
discusión donde uno de los interlocutores solamente respondía con la cara, se
calmó durante unos minutos. El muchacho de barba se habría cansado de hablarle
a un cabecita rapada que no respondía.
Llegó
el momento lógico donde uno de los dos tenía que bajarse, ese fue el “plancha”.
El muchacho de barba se levantó de su asiento y continuó increpando al cabecita
rapada. “Estás contaminando el ambiente, te voy a reventar. No me hagas ir
hasta ahí, apagá eso o te voy a romper la cara, hijo de puta”, la tensión en
este momento hacía que se empañen los vidrios del ómnibus y nuestros cuellos se
contracturen por darnos vuelta a observar el espectáculo.
El
de barba realizaba pequeños amagues para dirigirse hacia el rapado que
solamente se limitaba a responder con la mirada. ¿Sería mudo? Es una
alternativa, la otra que se maneja hoy en día es que todavía no aprendió a
hablar, “recién arrancó con las vocales” dijo una fuente allegada al cabecita
rapada.
El
tránsito, los semáforos y la tensión reinante en el ómnibus hicieron que ese
momento fuera eterno. Y en realidad un poco fue, porque demoró el ómnibus en
llegar a la parada, no sé si por el tránsito, como les dije, o porque el chofer
también se había dado vuelta a observar lo que pasaba. Como todos mirábamos hacia
el mismo lugar, no puedo comprobarlo.
Lo
cierto es que de tan eterno que se había vuelto ese episodio, apareció desde el
asiento maternal una cámara de canal 4 para cubrir lo que pasaba. “¿Hincha de
Peñarol de toda la vida?”, preguntó la incisiva periodista mientras el
camarógrafo filmaba los afiches con reclamos sindicales dentro del coche.
El
cabecita rapada jamás respondió, fuentes cercanas afirmaron el destino del
mismo, aparentemente se habría ido a la casa, no sin antes pasar por el
supermercado a comprarse una Coca de 600. “Estuvo media hora conectado al
facebook y después se fue a dormir con su osito de peluche”, declaró una
persona a Telenoche 4, que prefirió no ser identificada por miedo, a su propio
hijo.
El
muchacho de barba, ya triunfal en su asiento del ómnibus, comenzó una nueva
discusión, esta vez con “la señora de adelante”.
Señora:
No podés hablarle así, tenés que hablarle con buenos modales.
Barba:
Hay que hablarle así, porque no entienden nada. Hoy escuchan música a todo
volumen, y si hoy no los parás mañana salen con un chumbo y te encajan un tiro
en la cabeza. Como son menores no van preso. Votá a Pedro. Ey, votálo a Ney.
Señora:
(Confundida) Pero tenés que hablarle bien, no podés amenazarlo con pegarle.
Barba:
No le iba a pegar, lo estaba asustando, yo no le tengo miedo. Porque si todos
hacemos lo que queremos y escuchamos música a todo volumen, estamos creando una
contaminación sonora gigante. Mirá cómo agarro los auriculares y yo escucho lo
que quiero.
Señora:
Ya sabemos, pero igual hay que hablarle con educación…
Barba:
¿Yo salgo de ocho horas de trabajar y tengo que escuchar lo que él quiere? No,
y no le pegué nomás pa’ que aprenda.
Señora:
Yo también vengo de trabajar…
Barba:
Por eso, no puede ser que uno tenga que fumarse a cada uno que hace lo que se
le antoje. Que respeten la libertad de los demás… Bla bla bla.
Señora:
(Se llamó a silencio)
Barba:
Porque si todos hacemos lo que queremos… Bla bla bla.
Señora:
(Silencio sepulcral)
Fin
de la discusión. Y aquí el fin de mi anécdota de ómnibus. Se me dirá que como
anecdotario soy un vueltero bárbaro, pero uno tiene que reflejar todo lo que
pasó, recuerden que soy un servicio social: yo vengo acá a hacerlos felices a
ustedes. También me podrán decir que hoy estuve muy serio, lo desmiento, lo que
pasa es que ustedes no tienen imaginación; si se imaginaran todo lo que les
acabo de decir hubieran deseado estar en mi lugar con un pop y un refresco
(como dijo una amiga de nuestra página de Facebook).
Me
despido de todos ustedes, será hasta la próxima entrega de “las anécdotas de
Chanchito en una ciudad con más locos que vendedores de manices”.
La responsabilidad de
todos los conceptos vertidos es de Chanchito. “Fijate si puso la puerca” se
deslinda absolutamente de toda demanda que pueda realizarse.
Segunda aclaración: la
camiseta de Peñarol era real, y no estoy queriendo sugerir nada. Si hubiera
sido la camiseta de Nacional o la de Fénix habría dicho lo mismo. ¿Cómo
comprobarlo? Hacete un café y sentate a leer esta página para comprobar que nos
hemos burlado tanto de Peñarol como Nacional. Si no entendés esto, ¿qué hacés
acá leyendo esto? Volvé a la Play o andá a ayudarle a tu vieja a limarse las
uñas de las patas, así te da plata para comprarte una gorrita fucsia.
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