Les hablo a mis enemigos invisibles


Uno a veces progresa en la vida –o siente eso- y ya no sale a ganar los partidos. Es más, te conformás con tirarle un caño a alguien y después reírte. Sí, es una mentalidad poco uruguaya estarán diciendo ustedes en sus casas mientras de reojo miran Fox Sports en HD en su lcd de Motociclo. Bueno, te estoy hablando de un fútbol 5, ojalá pudiera vivir del fútbol (que me paguen obviamente) y salir a matarme en cada partido; pero no, no tuve esa suerte. Ah, claro, se ve que vos tuviste esa suerte y por eso pagás $ 40 pesos para jugar contra mí en una cancha que si picás muy fuerte en un desborde podés quedarte sin nariz, ni cara.
Imaginate que yo fuera un fanático del Estadio Alternativa Charrúa y siempre concurro a la “Tribuna D”, y por este motivo decido tatuarme en la pierna con letras góticas (¡no pueden faltar!) “Tribuna D”. No sé qué tiene que ver, pero vos no fuiste mucho más original, o no supiste expresarte en tu precario idioma, ante el tatuador.
No dudo que seas mejor futbolista que yo, de hecho Robert “el bola” Lima un domingo a las 7 de la mañana es mejor futbolista que mi precario estilo de tirar caños y pegarle de tres dedos. Eso sí, que te dejo todo en la cancha no lo dudes, el 80% de los partidos que juego me dejan con hielo en casa por algún desgarro o esguince, está científicamente comprobado por el Instituto de la Lesión Paranormal en el Futbolista Uruguayo; hoy a cargo del científico canadiense Henry Pámelachu.
A veces las personas del interior (hablo de esa parte de territorio al norte de Montevideo, o sea, al norte del Uruguay; esa especie de territorio sin conquistar que ni brasileros ni argentinos tuvieron ganas de hacer suyo) no entienden ese pequeño detalle a la hora de pisar el césped sintético de una cancha alquilada: no es la final del mundo.
Y miren que me he encargado de hacerlos entrar en razón. Qué casualidad que siempre termine en el equipo de los que sobran, en esa especie de equipo sparring para que los cás ganen. Y en ese equipo, por ende, siempre hay más de uno que no conozco. Y acá voy a confesar algo, me calienta que me llame por mi nombre un tipo que no conozco y mucho menos me gusta que me ordenen en malos términos ni me exijan marcar cuando no quiero. A eso iba, he tenido que explicárselo a ese individuo de muchas maneras, siempre poniendo como ejemplo a la madre.
Ojo, no me parecen mala gente, porque a veces se esfuerzan en donarte un balón dentro de la cancha (en medio del partido y todo), pero no la revientan contra el muro de afuera porque quieren, lo hacen por falta de costumbre a la hora de dársela a un compañero. Igual me dan lástima, es como que te generan lo mismo que ese nene chiquito afuera de la cancha, te dan ganas de tirarle una pelotita y que juegue solito un rato.
Y bueno, cuando ese que no entiende mucho la dinámica de un fútbol 5 (y mirá que he jugado en otro lugar, hasta un campeonato, y no hay con qué darle, la caballerosidad de los jugadores es otra) a veces hay que hacerles entender de otra forma. Digo, a esta altura de mi vida prefiero esguinzarme una muñeca por utilizar métodos de enseñanza correctivos al prójimo, que llegar en ambulancia a mi casa porque el señorito tenía ganas de irme a marcar con la herradura de su pie de equino hacia adelante.
Le robo un poco el concepto a una querida blogger-amiga: hay gente que no entiende nada. ¿Cómo vas a caer a jugar así vestido un fútbol 5 en verano? Y encima con la autoridad moral de armarte una línea de tres.

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