Si te ponés a pensar es más pura que la que sale de la canilla, no te quejes tanto


Los días de lluvia son como los conocemos, agua que cae del cielo en mayor o menor medida, pero que jode como mosquito en una noche de verano.
A todos nos jode, al que vive en la calle, al que sube al ómnibus, al que tiene que bajarse de la 4x4 para abrir la cochera porque todavía no terminó de pagar el LCD de 60 pulgadas y no puede pagar un ppa, o al que tenía agendado salir a matar afganos.
Claro, ahora ustedes pensarán en la gente que tiene campo y cultiva la tierra; les contesto con un rotundo “no”, esa gente no se conformará con el agua caída o mostrará su descontento en algún canal local –de esos que son sucursales de los 4, 10 y 12 y que jamás limpian el lente de la cámara- porque cayó demasiada agua.
Con más gracia que la de Suárez y Forlán para actuar en publicidades uno tiene que revolverse para sobrellevar estos días. Con mayor dificultad aún si uno tiene que salir a la calle a hacer cosas.
Suena la alarma del celular (¿para qué un despertador a esta altura?), y luego de un par de puteadas al aire, diarias, protestando por el por qué de que los estudiantes universitarios no podemos viajar gratis en los ómnibus, uno se dispone a escuchar lo que pasa afuera, o lisa y llanamente mirar por la ventana.
No tengo ventanas que den a la calle, sí, sino se los expliqué en otra oportunidad se los cuento ahora: vivo en una especie de búnker de guerra. Por ende escuché el sonido ambiente que la naturaleza me ofrecía: una tormenta que se rajaba la tierra.
Al rato después –de haber seguido durmiendo- me desperté por diferentes circunstancias, emprendí mi camino gracias a la tregua que el tiempo me había dado, y llegué a destino; literalmente, me tomé un ómnibus y terminé en Plaza Independencia. Si se quiere, tomar un ómnibus fue una acertada decisión ya que no había un sol que rajara la tierra ni mucho menos, afuera todavía la amenaza estaba latente.
Cumplido el objetivo, dicho sea de paso la búsqueda de apartamento para salir de este búnker de mierda, decidí volver caminando. “¿Para qué?” es lo que hoy me consulto cada cinco minutos. Algo es cierto, comprobé que con esto del cambio de hora oscurece más temprano, eran las once y media de la mañana y ya se venía la noche.
El centro estaba minado de gente que caminaba más rápido que lo normal. Eso es decir mucho, muchísimo, me vi dentro de una maratón con mi paso de paseo dominguero constante (no es que yo camine lento, es que disfruto el paisaje). Como era de esperarse, llegué último en la carrera y a diez cuadras de mi casa recurrí a lo que muchos seres humanos solemos hacer cuando nos tapa el agua, ¿tomarse un taxi? No, justo hoy andaba sin el maletín con los fajos de dólares que llevo a cualquier lugar por si tengo que tomar un taxi, entonces decidí acobijarme debajo de un techo.
No me fumé un cigarro, porque no fumo, pero era una linda ocasión para hacerlo, le hubiese dado mucho glamour  a mi presencia debajo de ese techo mirando la lluvia pasar, o parar, que era lo que esperaba en realidad. Tampoco entablé diálogo con nadie, como mucha gente suele hacer, es que en una sola oportunidad alguien fue mi compañero de techo, y apenas cruzamos una mirada de “¿qué tiempo de mierda, no?”, y se ve que malinterpretó mi  mirada y entendió algo así como “no me vengas a romper las pelotas hablándome, ¿no ves que estoy escuchando a Darwin? Rajá de acá que yo llegué primero”, y se fue.
Está el que corre escapando de la lluvia (flaco, corras o no te vas a mojar igual); el que se tapa con el diario, con su propia mano o con la tapita del celular; el que lleva elegantemente su paraguas; el que va con paraguas pero lejos de la elegancia lo vemos en plena lucha buscando el ángulo perfecto para que el viento no se lo desarme; el suicida que se descalza; o mi favorito: el que camina como si nada.
Como no tenía ganas de mojar la poca ropa que tengo me detuve a observar y a disfrutar: el hijo de puta que acelera cuando hay un charco existe, y va en un Chevrolet negro, matrícula… Perdón el desliz.
Me sorprendió ver jóvenes debajo del paraguas caminando a poca distancia de una dama desprotegida, y que estos jóvenes no ofrecieran un lugar para cubrirse de la lluvia y así aprovechar una instancia para entablar diálogo, y -por qué no- pedirle la mano a la botija luego de semejante señal de romanticismo. Bueno, nunca lo hice, pero razonándolo debajo de ese techo mágico que me hacía caer pensamientos de todo lo que observaba, llegué a la conclusión de que esta gente está desaprovechando esa gran oportunidad que les da la lluvia. Después no digan que no les avisé, cuando terminen en el borde del suicidio y recorriendo a la última salida posible para encontrar pareja: escribir a Tele Chat.
Perdidas las esperanzas tuve que emprender viaje, unas cinco cuadras bajo lluvia me esperaban. Las afronté con total naturalidad, respiré hondo, la miré seria y comencé a caminar, un poco más rápido sí, pero nada de fruncir el seño en gesto amariconado de “ay cómo llueve”. Así de valiente llegué a mi casa, o búnker: mojado.
Y así transcurrió mi día, aprovechando a salir en los momentos en que cesaba la llovizna, pero jamás escapando de ella, cada vez que me bajaba de un ómnibus me encontraba con ella. Ahí estaba ella, esperándome con cara de “ah, ¿te pensaste que te escapabas de mí?”, en cada parada en la que me tocaba bajar.
Y aquí estoy, debatiendo mi angustia por no tener dónde comprar tortas fritas (andá vos a freír algo en un búnker de guerra, valga la redundancia sin ventilación), y escribiendo para ustedes mis queridos y mojados lectores.

PD: Sé que no es una carta y no corresponde el posdata, pero se me ocurrió una nueva reflexión: qué momento me estoy perdiendo para opinar de carnaval. Es verdad, no me gusta esta costumbre tan uruguaya, pero sé que un día me va llegar, aunque conociéndome puedo decir que nunca me va volver un fanático. Pero bueno, sigan nomás en lo que estaban, eso de hablar sobre quién va ganar mañana en eso de los fallos, yo acá jugando al Mario Bros.
Jamás vi a nadie en una pose como esta. Se me hace que es puro teatro.

2 comentarios:

  1. Pregunto nomá, terrible columnún y nadie comenta ni califica...¿soy el único que lee? jajaja

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