Algo así como un monólogo de la escritura


Escribir sobre escribir es una redundancia u otro nombre que en este momento no recuerdo porque seguramente lo aprendí en alguna clase de idioma español. Qué irónico esto de una materia que se llame idioma español, en todo caso, para mí, debería llamarse “aprender un correcto idioma español”, “pa’ escribir bien el idioma con el que naciste, gil” o “cómo escribir bien en español bajo la presión de dar parciales y exámenes, y así no escribir como un barra brava-graffitero”.
La verdad es que me dispuse a escribir sobre lo que significa escribir, porque directamente me tiene caliente ver que cualquiera escribe, por ejemplo yo. No me vengan con la libertad ni me salgan con que apoyo la censura; hablo de escribir, y bien. No significa que yo escriba bien, no, ni mucho menos, de hecho tengo graves problemas con la puntuación. Aquellos que me conocen (dos o tres) conocen mi evolución: pasé de no meter un puto punto y seguido ni punto y aparte, a meter puntos por todos lados. Tomá, punto.
Y mirá que nací en un país donde las escuelas varelianas estaban prediseñadas para que uno vea a su paisito como uno de los que menor índice de analfabetismo tenía. Hoy, sin pruebas algunas me animaría a decir que debemos ser de los países más analfabetos del mundo, conocido, porque en cuanto descubramos algo más allá de nosotros peleamos el descenso seguro. O por lo menos jugamos la promoción contra algún país de Venus (los venusianos te vienen muy cachondos y como que no le ponen muchas ganas al tema de hablar y escribir, van directo al grano sin chamuyo previo; capaz que ahí tenemos chances de salvarnos).
A usted lector, si ya no dejó el texto hace dos párrafos, le aburriría mucho si me pongo a hablar de los chats, el facebook y el uso de las nuevas tecnologías, que deshacen al idioma español como la lagarta a las canchas de nuestro país hace unos años (¿es el chat la nueva lagarta?). Pero es la realidad, se ve que solamente yo tengo la suerte de escribir con la extensión de caracteres que quiera, sin que me cobren un peso de más (no hablo de los celulares, ahí te abrevio como todo cristiano con tal de que no me salga más de un peso), se ve que a la mayoría de las personas les cobran si escriben demasiado.
Y nunca falta el que me viene a decir ahora “¡ay! No entendés nada nene, Twitter te permite nada más que 140 caracteres, y Facebook nada más que 500”; a vos te digo entonces: hacelo en dos twitts, gil.
En fin, yo quería hablar sobre la inspiración, sobre el por qué de uno mismo ante la computadora para ponerse a escribir. ¿Por qué no lo hago ahora entonces? Me preguntarás, no sé, no tengo más ganas, me calenté.

Recurrí nuevamente al recurso “colocar la primera foto luego de googlear la palabra en cuestión”. En este caso: escribir. Es lo que salió, pero ya que está me hace pensar que estamos ante dos especies en extinción: la escritura sobre un papel, con lápiz o birome; y la letra cursiva o como algunos maestros tan oportunos le llamaban: manuscrita. Tiempo después descubrí que ni una cosa se asemejaba a la otra, todas eran manuscritas porque las escribíamos con la mano, y una letra como la que estoy escribiendo también puede ser cursiva si hago esto por ejemplo, o sea que no sé cómo llamarle a ese tipo de letra; bueno, ya podría quitar la cursiva. Y por otra parte usted se está preguntando por qué la escritura en papel es una especie en extinción, yo le contesto a usted: no sé, a mí no me regalaron una One laptop per child o sea que no sé cómo funciona la cosa ahora, pero utilizo mi sentido común y supongo que hoy los pendejos ya no escriben en el cuaderno de Deberes ni en el de Clase, sino que tendrán en Mis Documentos una carpeta que diga Deberes y otra que diga Clase, al lado de Fotos Pornos.

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