Debido al rotundo éxito de la primera parte les entregamos una segunda, con preguntas punzantes, yendo al fondo del asunto y descubriendo en detalle a este personaje excéntrico y poco feliz que tiene por vicio escribir en este blog; o sea: yo.
¿La vida te sonríe?
Yo creo que no. Viste cómo es la gente hoy en la calle, nadie te sonríe y justamente cuando lo hacen vos tenés lo auriculares puestos y no sabes qué dijeron antes de que se rieran; ¿por qué el 99,9% de las personas que te hacen una pregunta cuando vas por la calle, no se dan cuenta que tenés los auriculares puestos? Y digo 99,9 porque seguramente alguien se dio cuenta alguna vez, no es mi caso claro.
Pero bueno, me preguntabas si la vida me sonríe. Te vuelvo a decir que no, para mí a lo sumo me hace una risita por compromiso. Esas risas a las que estoy acostumbrado a recibir durante toda mi vida, ya que no soy gracioso, pero capaz que esa persona era muy amiga entonces se ríe un poquito, aunque vos te des cuenta que no le hizo gracia.
Pensándolo bien no entiendo tu pregunta, es muy pelotuda. Digamos que podrías haber preguntado algo más simple como “¿sos feliz?”, pero no, siempre rebuscándotela para hacer una pregunta complicada, ¿no que eras periodista o algo de eso estabas estudiando? Claro, estudiamos lo mismo, es cierto; pero ya ven, ni yo mismo me acuerdo lo que yo mismo estudio (ese yo mismo que me está preguntando ahora). Ahora entiendo esa gente a la que por primera vez le contesté “estudio comunicación”, y luego le respondí “es periodismo, publicidad, esas cosas…”; a la segunda vez que me lo preguntaron se los respondí, a la tercera si esa persona me caía bien o era una mina que me quería levantar también, pero sino ya me agarran de boludo. Vuelvo a preguntar ¿por qué mierda nadie se acuerda lo que estudio? Eso para mí presupone que a esa persona le importa un pito lo que yo estudio, pero entonces no me queda claro, ¿por qué vuelve a preguntármelo? Bueno, no sé, hasta el día que me reciba voy a estar dando explicaciones sobre qué carajo soy.
Bueno, se te fue la mano con la respuesta flaco, achicá. Hablemos de tu adolescencia, ¿qué cosas te dejó esa etapa de tu vida?
Y la verdad me dejó un par de fotocopias de mala calidad que acreditan mi bachillerato terminado. ¿Mujeres? Ninguna. ¿Dinero? Nada, perdí mucho en fotocopias que no leí y rifas que nunca gané. ¿Y amigos? Muy poquitos, es más, durante mucho tiempo en el liceo no sabía si convivía con adolescentes de mi edad o con científicos que se encargaban de estudiar el fenómeno metafísico que se daba en el momento que yo reía. Básicamente lo que pasaba era que cuando me reía no emitía sonido. Y mirá que me mandaba las tales carcajadas, pero no, ni un “ja ja ja” me salía, nada. Cuando eso me llevaron a estudio, primero con médicos locales, que luego de escucharme la respiración con ese aparato que con forma de auriculares se conectan en las orejas, y mientras me van palpando el pecho y la espalda simultáneamente a un “a ver, respirá hondo, soltá el aire”; me recetaron un Perifar.
Después me llevaron a centro fuera del país donde me pusieron a prueba. Me expusieron a una hora de chistes de Corona; me reí sin emitir sonido en los dos primeros chistes y después me dormí luego de bostezar 16 veces. Después me sentaron en un sillón comodísimo a mirar dos horas y media de Video Match, y terminé llorando. No hubo caso, no me encontraron la vuelta, hasta que un día me levanté y “ja ja ja”; largué tremenda carcajada en casa; después de eso me internaron por esquizofrenia.
Qué duro… Bueno, hablemos más de tu infancia. ¿Qué más te marcó en tu etapa escolar?
En realidad en mi etapa escolar no hubo mucho que me marcara, me acuerdo que me calentaba que mis padres no me dejaran llevar trincheta. No era que iba a matar a cuanto compañerito se me cruzara (bueno, ganas no faltaban pero uno con la corta edad que tenía ya era consciente del futuro que me avecinaba si llegaba a cortarle el cuello al hijo de una gran puta que se sentaba atrás), yo creo que mis padres tenían miedo de que empezara a cobrar venganza de todo lo que me pasó en el jardín.
¿Qué más te pasó en el jardín? Que nos puedas contar.
Básicamente lo que te decía antes, no había día que llegara al jardín y alguien no me agarrara de punto. El muchacho éste que me hizo tragar arena, que prefiero no dar nombre, por eso llamémosle Diego Pérez, me atormentaba todos los días. No había día que yo no cobrara con él. Que arena de acá, que meté la cabeza en el wáter, que bajale la pollera a aquella, que insultá la maestra o comés arena de nuevo; así no se podía. Encima la maestra, como quien dice, a ver, cómo decirlo educadamente sin faltar el respeto de nadie, ni herir sensibilidades: se rascaba a dos manos.
Es más, la hija de puta no solo se hacía la distraída si a mí me estaban sumergiendo en el arenero, sino que en alguna de las oportunidades en que yo llevaba un juguete propio (para conversar con un autito aunque sea y que el resto de mis compañeritos se molestaran entre ellos) me lo escondía porque supuestamente estaba ostentando ante mis compañeros, mostraba algo que capaz mis compañeros no podían tener; etcétera etcétera, algo así como lo que dijo Bonomi hace poco.
Claro, cualquiera de ustedes en este momento estará pensando que la maestra hizo bien, y capaz que yo también te puedo dar la razón en ese punto de vista; pero para todo hay un pero, y ese pero es que la… Quiero ser lo más educado posible porque nunca se sabe sino está en frente al monitor en este momento dicha maestra, y quizás me recuerde, y quizás recuerde lo que hacía conmigo, por eso intentaré ser lo más respetuoso posible. Dígamoslo: espero que me estés leyendo, vos maestra de jardín, devolveme los autitos de juguete que me sacabas y nunca devolviste. ¿Los disfrutaron tus hijos? Bueno, ahora ya deben ser grandes, podés devolvérmelos.
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