Pasó
el tiempo y por consiguiente todo lo que me vinculaba a mi única experiencia
laboral, que duró dos meses. Bueno, yo no lo decidía, y quienes lo decidían
demoraban tanto que terminó durando poco mi experiencia, ¿me vas a decir que
las cosas en este país no se demoran? Hasta por el acto inconsciente y de
reflejo que nos viene en el chip de uruguayo lo vamos dejando para después (ese
chip que sacan de una bolsa de nylon y de un pedazo más grande, del material
del mismo chip, que parece una de aquellas tarjetas de teléfono público,
quedando solamente un pequeño chip al lado de un sobrante inútil). Ahora que lo
pienso, seguramente para esto se utilizaron las tarjetas de teléfono público
que sobraron. Recuerdo que coleccioné algunas… Perdón, me desvié.
Mi
vínculo laboral, aunque corto, significó lindos momentos, y otros malos claro.
Como ninguno de ustedes habrá notado, en la descripción de mi perfil (acá
nomás, a la derecha abajo) dice que me di de frente contra el Parque Suero
intentando ser periodista deportivo. Sueño con el que muchos llegan a la
carrera que estoy haciendo, y prometo terminar… Algún día.
Sí,
ingresé en el mágico mundo del periodismo deportivo. ¿Entrevistaste a Forlán?
¿Entrevistaste a Suárez? ¿Le hiciste una pregunta pelotuda al Maestro y después
me echó un meo tremendo? “No”, era mi respuesta luego de decir “periodista
deportivo” a la pregunta de “ocupación
laboral” para sacar las tarjetas de promociones de los supermercados.
Y
no, no fue así, por más que pisé el máximo estamento de nuestro fútbol, no sin
antes pedirle permiso a Banchero para poder ingresar. Mi objeto de estudio no
fueron lo que precisamente se imaginan, yo tenía que ver fútbol femenino.
Sí,
señora, señor, existe el fútbol femenino en este país al sur de América Latina.
Aclaro porque usted se me distrajo inmediatamente que le dije “fútbol femenino”
dudando de su existencia.
También
tuve que aclarar muchas veces que no entraba a los vestuarios para mantener
orgías con las jugadoras, ni tampoco les sacaba fotografías en paños menores,
por más que cifras siderales intentaron seducirme (hay machos alfa a los que
les calienta las jugadoras de fútbol, allá ellos).
“No
consulté a ninguna sobre su orientación sexual” es otra de mis respuestas ante
el “¿son todas lesbianas, no?” de los –a esta altura- incesantes preguntones
que día a día me cruzaba por la vida.
“¿Tás
echado pa’ tras ahora que sos periodista, no?”, me preguntaban, “no, si no
tuviera dos padres que me engendraron y no me dieron nunca la cabeza contra la
palangana del baño exigiendo que consiga trabajo, básicamente me estaría
muriendo de hambre con esto del periodismo”, era mi respuesta un tanto larga y
entreverada de decir (apuesto a que te pusiste a leerla en voz alta a ver si es
difícil de decir).
No,
no se gana minas en el periodismo deportivo. El mito de ser famoso (ojo, nunca
lo fui) y ganar minas no fue mi caso, porque como aclaré también: no fui
famoso. Pero decirle a un cabecilla consumido por la farándula porteña “periodista
deportivo de fútbol femenino” es como decirle “orgía todos los días”, está al
mismo nivel de razonamiento el papafritero de McDonald’s éste.
“¿Juegan
peor que los hombres?” Es otra gran pregunta que me han hecho. A muchos les
contesté esto: “¿alguna vez te entretuvo un partido de fútbol uruguayo? No,
¿verdad? Bueno, imaginate que acá hasta tienen una ventaja para pararla de
pecho, no como los burros que tenemos en nuestro fútbol, que no saben bajar una
pelota y todos hacemos ‘¡oh!’ cuando el Chino, cercano a los cuarenta años y
todo, la duerme con zurda. Sí, esa ventaja que vos ves y que no le sacaste el
ojo recién cuando te diste vuelta a seguir con la mirada a la rubia que bajó
del 188”.
Si
me piden una conclusión sobre mi experiencia: cuánta gente pelotuda que hace
preguntas.
Ah,
cierto, estaba hablando del fútbol femenino. Nada, ¿en dos meses quién puede
sacar conclusiones? Que las botijas del sub 17 hayan clasificado al Mundial me
hace pensar que mi influencia tuvo que ver, pero me miro al espejo en una de
esas tantas veces que sueño con que Nano Folle me entrevista, y no puedo
mentirme, es más, me insulto por creer ser el Gorzy del fútbol femenino.
(Perdón, nombré otra vez a Gorzy).
Alejado
de la tarea, y en uno de esos tantos fútbol 5 donde se complica llegar a los
10, me encontré jugando frente a una dama. Aclaro que no organicé el fútbol 5, en
realidad aclaro para que no vengan a decirme “¡ah! No nos invitaste a un fútbol
5 e* invitás una mina”; hace años que no organizo uno, es imposible, la gente
siempre tendrá una excusa nueva para negarse a jugar.
Primeros
minutos de juego y el destino nos puso en frente, rivales. Pocas instancias se
habían dado, un cero a cero lógico por los pocos minutos jugados, cuando tomo
el balón en la mitad de la cancha volcado a la izquierda (mi perfil, soy dueño
de una zurda prodigiosa, y casualmente olvido llevarla cada vez que me invitan),
me sale dicha doncella, dicha jugadora, y no lo pienso dos segundos (porque
sino la pierdo, gil), engancho de la punta al medio con un elegante toque por
entre las piernas de la muchacha. Sentí vergüenza.
*No
es una representación de la realidad, científicamente está comprobado (abalado
por el científico canadiense Henry Pámelachu) que nadie utiliza la “e” en la
oralidad cuando sigue una palabra con “i”.