Ya se acerca Noche Buena, ya se acerca Navidad, ¿qué se hizo el abuelo? ¿Y el regalo dónde está?



Cual Espíritu Santo en el cuerpo de María, de golpe tenemos encima al Espíritu Navideño. Que como le aclaramos a una gran seguidora de la página en Facebook, nada tiene que ver con el Espíritu Olímpico.
Lo cierto es que lo tenemos encima, tené cuidado si sos medio alto porque podés morir electrocutado en algún supermercado si distraído te comés algunas luces colgando. No es tan peligroso como en Pascuas, donde te arman esos arcos del triunfo con huevos de chocolate, donde uno tiene que pasar cuidadosamente ya que romper uno implicaría una multa de $800.
También es esa época donde uno va trabajando el saludo para aquél amigo judío, mormón o ateo; pero seguramente cuando estemos en pedo lo que le digamos sea un rotundo y sincero “¡feliz cumpleaños!”, haciendo las delicias de grandes, chicos, enanos y enanos travestis.
Uno no termina de descifrar bien lo que el Espíritu Navideño es en sí mismo. Año tras año las sensaciones van cambiando, este año me inclino más a pensar en la “locura colectiva”.
Fomentado claramente por el consumismo, los días del centro y, el infierno mismo, del día de los descuentos del IVA en los shoppings.
Ojo, son días preciosos para comprarte algo, el problema es que todos pensamos lo mismo. El problema también es que nadie se queda sin plata nunca, excepto yo. Porque maravillosamente llega ese día de descuentos y masivamente la gente se agolpa en los locales, cual hincha de Peñarol para sacar la entrada de una final. Pero sin quemar los locales ni afanarse las prendas fluo.
No se puede. Insisto, no se puede salir a la calle. Cruzás un semáforo en verde y un auto te toca bocina en claro gesto de “tenía que pasar yo”. A esto solo recomiendo mantener la calma y abrir los brazos en gesto de “¿qué querés que haga?” y luego señalar el semáforo. Si no fuiste cruelmente embestido, podrán disfrutar de una experiencia bastante divertida.
Se me hace también que el Espíritu Navideño tiene olor a chivo. No sé, uno sube a un transporte colectivo al mediodía y la gente repele mucho Espíritu Navideño.
Los gorritos de Santa están a $10 en el centro, en esos puestos callejeros que mantienen un soplón en la esquina que les avisa para salir corriendo si llega la policía. Ojo, a menos que quieras evitar mostrar tu inminente calvicie, no son recomendables para salir a caminar bajo el sol, a menos que tengas serios problemas de salud, o que seas Vázquez Melo y le hayas errado al pronóstico del tiempo pero para no dar el brazo a torcer de que anunciaste frío y hay 67° a la sombra, vos salís fiel a tus pronósticos.
A mí el pan dulce y el budín mucho no me van. Y acá entramos en la vieja discusión de “allá se comen calorías porque hace frío y nosotros como giles que somos comemos también”. También inducido por la creciente desesperación de las personas por llegar en forma al verano, ya que reservaron esa casa en Rocha y llegar fuera de forma sería un insulto para los que te ven semi en pelotas en la playa. Pero como uno no pisa una playa más que de championes y para salir a correr soñando con jugar en Primera, entonces no nos preocupa eso del roce social.
Claro, acá los defensores del acondicionamiento físico con el objetivo claro de llegar en forma para lucirse en Rocha, me dirán que en donde yo corro no es playa, porque es Montevideo. A ellos yo les diré: no reniegues de tu lugar de origen, que bien que cuando tenés una fiesta de despedida de año bajás a la Ramírez para tomar sol y lucir ese vestido con espalda afuera, tontita.
Nada, me iría despidiendo ya. Pero antes quiero tocar un último tema: el boludo que se disfraza de Santa y asusta pendejos en los shoppings. Es un laburo digno, lo sé, digno de la escupida adolescente, pero también hay que ponerse en los pantalones rojos y la barba artificial del don, por más aire acondicionado que tengas, tener toda la tarde un infante en tu falda es lo más desgastante que puede haber. Yo te prefiero que me des un trineo y una bolsa con regalos. Sin renos por favor, me agito mucho de estar arreándolos. 

Fijate Si Puso La Puerca les desea una Feliz Navidad. ¿Esto quiere decir que nos vamos de vacaciones a Rocha para ser la delicia de las chanchas hippies? No, seguiremos en contacto, pero como venimos flojito en esto de escribir, capaz que antes de Navidad no tocamos el blog de vuelta. Así que ya saben, mámense, díganle a sus parientes que son perfectos y que los quieren mucho (de última todo es ficticio por estas fechas), cámbienle de tema al tío mamado que siempre se le da por prender cuetes debajo de la mesa con la abuela encajándose un cacho de pan dulce. Y por último, nada, si manejan… Dróguense, es la única forma de soportar a los simios que conducen a tu lado.

Me vendría bien un ojo de buey


Toc toc (sí, en el Siglo XXI no tengo timbre).
Abro.

Yo: Hola, ¿qué andaban necesitando?
Rubio de camisa y corbata: Hola, vecino. ¿Cómo are you?
Yo: Bien bien (mi cara no decía lo mismo luego de ver a dos rubiecitos de camisa y corbata).
Rubio: ¡Oh! ¿Tomas mate?
Yo (con el mate en la mano): Ah… Salieron suspicaces estos bichos (susurro). Ehh… Sí, claro (cuando te preguntan algo tan evidente terminás dudando de lo obvio).
Rubio: Nosotros aprender tomar mate.
Yo: ¡Opa, cacique Medina!
Me mira sin entender.
Yo: Ah… (Respondo con muchas ganas de seguir la conversación).
Rubio: ¿Te podemos robar…?
Pienso: Nah, si cuatro barras bravas no pudieron conmigo en el sueño que tuve el otro día, dos rubiecitos de traje no van a poder.
Yo: ¿Robar…?
Rubio: ¿Podemos quitarte un minuto?
Yo: Y… Otro más vendría a ser. Estoy ocupado, justo estoy mirando Atalanta – Parma.
Rubio: ¿Futból?
Yo: Fúbol.
Rubio: Futból.
Yo: Fúbol.
Rubio: Futból.
Yo: ¡Fúlbo!
Rubio: Soccer.
Yo: Me cago en… Dale, como quieras.
Rubio: Nosotros jugamos futból.
Yo: Ah… (Atrapado por el comentario).
Rubio: Si quieres puedes venir con nostros a jugar (pronúnciese la “r” al estilo yankee que aprende español).
Yo: No, justo hoy a las 9 tengo un fútbol 5.
Rubio: Tenemos canchas.
Yo: Ah… Mirá (conmovido por la conversación).
Rubio: ¿Tú leer la Biblia?
Yo: ¡Seee! ¿Cómo no?  Psss… Toda la vida.
Rubio: Tu entonces quieres venir con nosotros. Jugamos futból…
Yo: Fútbol.
Rubio: Futból.
Yo: Fútbol.
Rubio: Football.
Yo: Futból… Eh… ¡Sí, eso!
Rubio: Decía, tenemos futból, leemos la Biblia, tomar mate.
Yo: Ah, precioso. Agregale una chela es tremendo plan.
Rubio: ¿Chela?
Yo: Qué trabajo me das, viejo…
Rubio: ¿Viejo?
Yo: Sí, que justo después del mate me voy a encajar un Viejo Barreiro.
Se quedó mirándome.
Yo: Bueno, se me va terminando Atalanta  - Parma y después viene… No sé, algún otro partido de mierda,
Rubio: ¿Tú querer ser mormón?
Yo: Ah, ¿se dicen mormones ustedes a ustedes mismos?
Rubio: Y viste cómo es… Es como la historia de manya, arrancó como despectivo y lo terminaron adoptando como suyo.
Lo quedé mirando.
Rubio: Se me va la vida… ¿Quéres o no?
Yo: Sí, perdón que te estoy robando tiempo.
Rubio: Todo bien, viejo. Pero viste que no tenemos todo el día.
Yo: Pará, ¿no fueron ustedes los que tocaron la puerta? Rajá de acá, mirá. Te doy hándicap para que te pongas el casco y te subas a la bici pa’ rajar. Porque si hay algo que tengo es códigos, no le voy a pegar a alguien que se está poniendo un casco.
Rubio: Nosotros en la comunidad nos invitamos mate.
Lo quedé mirando. Me hizo sentir mal.
Rubio: No sé, te la tiro.
Yo: Mal yo ahí, te tendría que haber invitado. Pasen, está lindo el partido y estamos picoteando algo.

Y así fue la historia de cómo fui mormón por una semana, hasta que me enteré que había que ir al altar para obtener algo que se puede hacer pagando.

No sé si lo será, pero qué pinta de mormón que tiene.