Hace
unos días en el Facebook (click para
entrar en él, darle “me gusta” y deleitarse a diario con las ocurrencias de los
sabios parlantes que lo manejamos; sí, es una orden) colocamos un recordatorio
con el título de esta columna. Es que a veces se me olvidan las cosas y cuando
no hay papel a mano dónde anotarlas, es mejor anotarlas en algún lado que
visites cerca. Como los gordos con un cartelito en la heladera o los drogones
en el tarro de dulce de leche.
En
fin, no quiero irme por las ramas porque con los temporales que se han venido
por estos lares es peligroso caerse de una de ellas. De paso queremos desmentir
versiones que indicaban nuestra ausencia escribiendo debido a que volamos en
una de esas ramas por las que siempre nos vamos. Mentira, acá estamos, yéndonos
de nuevo por las ramas.
Estamos
de vuelta, con algún canal de cable menos, pero siempre haciéndole la venia a
la responsabilidad del deber que nos llama: hacerlos reír, hacerlos felices a
ustedes, mis queridos lectores.
Hemos
estado investigando, con profundidad, un tema atrapante: la gente que comenta
en Facebook. Tá, ahora todos me van a decir que ya he robado con ese tema a lo
loco. Y sí, he escrito mucho sobre ese tema, pero robar jamás, acá nadie me
paga.
Luego
de una seria investigación, estamos en condiciones de afirmar que la mayoría de
la población está sometida en un síndrome de importantes características: la
gente se cree que le habla al almacenero.
Desde
ya quiero aclarar que no se trata de nuestro Facebook, en donde gente capacitada y con gran alarma de ironía,
hace las delicias de quienes lo manejamos (Chanchito y yo). Hablamos de
Facebook’s institucionales, de empresas, canales de televisión, etcétera.
Cada
día más gente cree que sus intereses necesariamente deben ser correspondidos.
No falta el que le solicita a un canal de televisión –no sin antes usar la
expresión o frase hecha “me tomo el atrevimiento”- que se cambie el horario de
X programa porque en ese horario tiene que darle de comer al perro y/o sacarlo
a pasear. No sé cómo, pero los encargados de manejar ese Facebook siempre
contestan con educación y no como se debería contestar: “muy atrevido de tu
parte, espero que por lo menos lleves una bolsa para limpiarle la caca a tu
perro, y si no llevás bolsa, no vayas a traerlo a cagar a la puerta del canal”.
Hablar
de las faltas de ortografía que se pueden ver es redundar sobre lo que venimos
hablando hace mucho tiempo. En la red social que ya mencioné que tenemos, y que
usted que está leyendo debe unirse para disfrutar de ella, ya tiramos una
solución para este problema: explicar las reglas gramaticales, ortográficas,
sintácticas y ainda mais, en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos;
qué mejor momento que ese donde está todo el Mundo en frente a la pantalla para
explicar algo tan útil. En lugar de representaciones abstractas y cada vez más
abstractas, donde uno tiene que quemarse más de una pestaña para entender qué
mierda están queriendo representar, es mejor explicarle a la gilada cómo se
conjuga el verbo haber, cuándo utilizar el adverbio “ahí”, o cómo usar la
palabra “ay” sin parecer un maricón.
Otra
cosa es la seriedad y el sentido de ubicación a la hora de escribir. Si yo
desconozco la temática “motores de autos”, jamás me metería a opinar con
seguridad sobre el tema. Si utilizás la palabra “acepción” estás mostrando un
conocimiento un poquitito más elevado que el resto, o por lo menos lo estás
haciendo explícito, lo estás transmitiendo o lo disimulás muy bien. Pero si
escribís “asepcion”, sos un hijo de puta.
Si
te molesta el servicio de una empresa hay mejores maneras que la comodidad de
tu asiento reclinable y acolchonado para escribirle a un pobre desgraciado que
solamente maneja el Facebook. Y aquí empezamos a ahondar sobre la teoría del
almacén, la gente piensa que le escribe al dueño de la empresa, al encargado de
ventas, al que hace la tanda (casualmente nunca se encuentra en la empresa, si
no en otra empresa que se la conoce mejor como “agencia de publicidad”), y al
que barre los pisos cuando cierra el local.
Claro,
que lo entienda la gente. ¡¿Con qué?! La vieja se te ensaña con la novela de
las cinco y no para hasta que alguien la reporte por spam, bloquee y le manden
la CIA para limpiarla. Ella va y te comenta, alguien le responde citándola y no
obtiene respuesta. Ella va a otro lugar a comentar lo mismo, y el procedimiento
se repite. Es más, le ofrecen la solución y ella ensañada con el problema jamás
la va a leer, va a seguir expresando su descontento hasta que alguien le golpee
la puerta de la casa y le diga “es por su bien”.
Si
a vos te molesta el que fríe las hamburguesas en el local de McDonald’s de 18 y
Ejido, porque lo encontraste con tu novia en el carrito del Estadio, a los
chupones y con dos hamburguesas completas; no vas a solucionar tu problema
escribiéndole al Facebook norteamericano de McDonald’s. Claro, que lo entienda
la gente, él comentará, comentará, comentará, y comentará en contra de esa
persona… Hasta que la naturaleza se encargue de hacerlo dormir sobre madera.
A
ver si se entiende: si escribís en tu muro de Facebook, que no te gusta la
opción “dar un toque”, Mark Zuckerberg no te va caer a tu casa a pedirte que seas
su amigo y después solucionar el problema mientras se bajan una bolsa de
bizcochos. Gil.
Pero
bueno, a los niños no hay que cortarles la ilusión, dicen. Y la verdad es que
veo mucha gente que jamás evolucionó del nivel “redacción de cómo pasaste el
fin de semana largo” en 1° año de escuela. Está bueno eso de la evolución y que
uno no nace sabiendo, primero te enseñan las letras, a escribirlas, a leerlas,
a formar palabras, a conectarlas… Y por ahí se fue quedando durante 40, 50, o
60 años algunas personas. Y por eso les decía, a los niños es mejor no
quitarles la ilusión. Si ven una foto de Forlán y le escriben a esa foto
pensando que el propio Forlán leerá y contestará ese mensaje, dejemos que sigan
viviendo con la ilusión de los Reyes Magos, porque para mucho más que cortar
pastito no están.