Lo
cierto es que Nacional jugaba contra la U de Chile y su gente, ilusionada como
niño que espera los Reyes Magos y la noche antes corta el pasto y llena un
balde con agua, estaba y había acompañado en gran número. Muchísimo canto y
aliento, muchísimas bengalas, mucho humo, papel picado y… ¡serpentinas!
Bueno,
sobre el partido nadie dijo nada y no voy a ser el primero, me limitaré a lo
básico: Nacional fue un desastre, sus delanteros empujaban y terminaban
errando; era esa clase de partidos que hasta te cobran un penal, pero lo
terminás errando.
Hasta
que llegó el momento clave del partido. No pasaba nada, la U de Chile había
comenzado el segundo tiempo dominando las acciones, Nacional ya no sabía cómo
controlar y mucho menos cómo darlo vuelta, lo seguro es que el hincha y los
propios jugadores todavía soñaban con revertir esa historia, teñir de hazaña la
noche, y luego salir a mamarse; pero bueno, se trataba de hinchas, o jugadores,
bueno, básicamente son lo mismo.
Los
segundos se inmortalizaron y todos creímos ver la realidad en cámara lenta,
todavía cierro los ojos e imagino ese momento en HD con slow motion. Fue extraña en realidad la sensación, porque rara vez
uno en un estadio siente ese mismo cosquilleo que cuando ve un accidente en la
calle y hay heridos. “¡Se tiró! ¡Sacale amarrilla por simular! ¡Dejá de hacer
tiempo, línea!”, fueron algunos de los gritos posteriores al hecho consumado.
Es que el asistente paraguayo yacía desmayado en el piso, atiné a preguntar
instantáneamente “¿no se habrá muerto, no?”, y lo siguiente que recuerdo a ese
instante es un golpe en la nuca, como si me hubieran tirado un vaso de whisky.
No
será suspendido el Parque Central pero sí le caberá una sanción económica a
Nacional y la condición de que el lugar del crimen luzca de esta forma por
torneos internacionales.
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Hasta
que todos presintieron que el partido no iba a terminar, y también que el línea
no tenía nada. Ahí comenzaron todo tipo de recordatorios y saludos hacia la
familia de los árbitros, pero también hacia el hincha que arrojó el pedazo de
satélite, digo, la serpentina.
Luego
de esto todo lo sucedido forma parte del Cavaret Nacional, dirigentes a los que
solo les hacía falta una gorrita con vicera y un par de piercings, para
representar la viva voz de la hinchada. Hasta los propios jugadores, como el
Canguro Porta, quien desde el momento en que el línea cayó al piso, corrió
hacia el lugar, arrojó hacia el costado la serpentina y le palmeó la espalda al
asistente como diciendo “dale dale, levantante que no fue nada”.
Las
reacciones de la tribuna quizás eran lo más jugoso que podía haber, algunos que
festejaban y seguían alentando, algunos otros los insultaban por comportarse
como un barra, otros se reían y metían un chiste como para romper el hielo de
los dos baldazos que habían caído en el primer tiempo, y otros los insultaban a
éstos por reírse. O también otros celebrando una clase de xenofobia avanzada,
grado cinco de la escala burguesa del nazismo recargado, hacia los hinchas de
la popular Abdón Porte. No solo generaba odio en los que no pensaban igual que
él, sino que en él mismo se gestaba un odio mayor a medida que avanzaba en su argumento.
Por la salud de la página y la de nuestros lectores preferimos evitar la
reproducción de dicho discurso, en términos científicos el muchacho “taba
pasado de rosca”.
En
el momento en que salía del Parque me encontré con una ambulancia, cercano a
las canchas de tenis, hacía pensar que allí iban a cargar al línea para
trasladarlo a alguna mutualista que no estuviera de paro. También me hizo
pensar eso los aproximadamente 35 efectivos de la Policía Metropolitana, con
escudos y palos; custodiando la salida del paraguayo ante la presencia de unos
peligrosísimos 15 hinchas tricolores. Despierto, como algunas veces en mi vida,
tomé la cámara de fotos esperando el momento en que saliera el línea, cuando
viera un amarillo que me rompiera los ojos iba a apretar el gatillo. Bueno, ni
tan amarillo fuerte ni tan foto, rapidísimo fue sacado en silla de ruedas, y un
policía que se encontraba en cierta posición extrañamente decidió dar un paso
hacia su izquierda, justo y por casualidad hacia donde se dirigía mi toma (ver
foto acá abajo).