Así se sentía esto de ser campeón

Está todo bien con Mario Bardanca, lo aclaro, pero me acalambró el oído con la palabra “proceso” en cada oración que emite. Por eso no he intentado ni leerle los labios en todo el día. Y eso que hoy vale todo, hoy vale escuchar a Niembra, hoy vale escuchar a Scelza y emocionarme, hoy vale reírme de los mismos chistes de Romano.
Yo voy a estar alcanzando las 1000 visitas en la columna y el ómnibus que lleva al plantel no ha llegado al Estadio. Y hablando del plantel, yo creo que empezaron a demostrarse problemas en la interna del grupo para con dirigentes. ¿O ustedes se creen que fue en chiste el pedido de comida de Forlán? No viejo, eso fue un claro reclamo de mejor organización a los dirigentes.
Está bien que estos muchachos hoy en día son próceres, pero estos próceres no están en retratos pintados ni en bustos a la entrada de la Intendencia; son humanos y necesitan morfar. Eso de “vengan pa’cá”, “vengan pa’llá”, “que ganame a Argentina esto”, “que ganame la final lo otro”, “haceme una conferencia de prensa”, “atendeme al pelado Pastorino así no jode más”, “súbanse al avión”, etcétera.
A pesar de tener un kamikaze (literalmente) en la mitad de la cancha logramos ser campeones. En Argentina, país que en este momento se volvió ese boliche al que vamos todos los sábados, ese salón de fiestas que alquilamos todos los años para el cumpleaños del botija, ese ómnibus que siempre tomamos aunque otro nos sirva, pero le tenemos cariño y nos subimos igual; en fin, algo tenemos con la tierra vecina y/o madre patria.
Se siente bien ser campeón. Aunque digamos que uno por la labor periodística, atendiendo todo lo que pasa, para luego escribirles; aguantando las increíbles ganas de mamarme y salir a la calle al grito de “Zaira pú, ésta es para vos. ¿Cuál? Ésta… Copa”.
Volvimos a las raíces que en el tiempo nos hicieron grandes, volvimos a las mismísimas épocas de antes; literalmente, en el Estadio Centenario en este preciso momento (1:22 am) están prendiendo una fogata. Por el frío claro, y de paso “andá a comprarme unos chori”, se habría escuchado según fuentes cercanas.
Ya que hablaba de la labor periodística, les soy sincero, muchas veces me tenté con poner Fox Sports y deleitarme con las críticas a la Selección Argentina, con las frases que hace no más de tres años se escuchaban aquí. Que nuevo técnico esto, que Batista es un analfabeto lo otro, que se necesita un proceso, que hay que jugar con los de acá, que falta identidad, que no tenemos identidad, que hay que cantar el himno y que es un equipo sin identidad; me encanta, pero también tengo que cambiar de canal porque tanto halago hacia nosotros me empalaga.
Tengo serias sospechas que ahora mismo comenzaron a sembrarse dentro de mi cabeza retorcida y cargada de teorías conspirativas. Sebastián Bauzá no existe. Contundente lo mío, pero tengo razones; este tipo no puede estar todo el tiempo en más de un país y al mismo tiempo. Estaba en México con la sub 17, estaba en Argentina en todos los partidos de la Copa, estaba en la fiesta de 15 de la sobrina del primo de la madre, le comió la oreja a Ortigoza para distraerlo (no le encuentro otra explicación al muchacho éste, no puede errar tantos pases y perder tantas pelotas tontas), se lo vio en Los Comediantes de Maxi de la Cruz dando una mano con los reidores, tuvo que darle una mano al vendedor de gorros y banderas de 18 y Acevedo, al grito de “haaaaaay banderas gorros”, repartió los carteles de Pilsen (esos que seguramente te venían con un marcador de regalo y algún slogan que dijera “Pilsen fomentando la libertad de expresión), y después de eso le sopló las bolsitas al de las garrapiñadas, mientras te daba una declaración.
Otra incertidumbre es la batería del celular de Forlán, pero bueno, es el prócer de la patria, dénle de comer y no discutan más che.
Sin más los dejo, con la satisfacción del deber cumplido, aunque no haya podido lograr una acreditación que me acerque al lugar de los hechos para traérselos a ustedes. La Selección aún no ha llegado al Estadio, es cierto, pero prefiero prevenir que la espera me haga romperle la cara a alguno, para sacarme el frío nomá.
PD: Reafirmo el concepto de que volvimos a los tiempos de antes, el universo Vtv en este momento filma con un celular. Bueno, es cierto que antes no se filmaba con celulares, pero con esto del HD y esas manos…
Les dejo un regalito para los muchachos de la albirroja. Digo, en esta foto por lo menos van a verlo quieto y en una de esas se imaginan que logran ganarle un mano a mano.

Ahí viene, ahí viene



Vivimos en tiempos donde el fútbol es más importante que el trancado precio del dólar o las discusiones eternas sobre las mineras.
Y si en Uruguay hoy hablamos de fútbol, hablamos de la Selección Uruguaya. Y si hablamos de la Selección Uruguaya hablamos de "la celeste". Y si hablamos de "la celeste" hablamos de su gente. Y si hablamos de su gente hablamos de la ola.
Recordemos, la ola no es un invento uruguayo como las tortas fritas, el mate, el fútbol de botones, la fecha libre, el "al fondo que hay lugar", o los semáforos part-time*. La ola, señores, es mexicana. Sí, mexicana como los tacos, el tequila, el Chavo del Ocho, y las novelas con finales en casamiento.
Según los expertos en olas, se inventó en 1986; año en que México organizara el Mundial. Hasta el día de hoy los espectadores divierten (?) el espectáculo con este paisaje de masas que se organiza.
Claro que no fluye así nomás. Siempre comienza en un sector, con un grupo de 20 a 50 personas que son los precursores de la misma, y que con insistencia le darán comienzo con el objetivo de que todo el estadio se una al ritual.
Parte del rito también es la sensación de "se acerca". Parecidísimo a lo que se siente cuando en el ómnibus uno sigue con la mirada a la bella dama que busca asiento, y efectivamente se sienta al lado de uno. Podríamos decir que pasa lo mismo con la ola; esa excitación, ese fervor colectivo que ingresa todo junto en uno esperando para pararse y levantar los brazos, en un gesto técnicamente denominado como "de pelotudo". Para comprobar finalmente lo mismo que con la dama en el ómnibus, pasó, ya se sentó; y terminó. Y termina la ola, y se baja del ómnibus la dama luego de 15 minutos en los que uno no se decidía con qué comenzar la charla. Pero ahí  viene la ola de nuevo, y la excitación vuelve; ahí se sube otra dama, bueno, ésta no está tan buena, veremos qué pasa.
*Les cuento a ustedes, queridos lectores, que en el interior del país existen semáforos a los que les denomino "part-time", ya que funcionan normalmente durante el día, pero en la noche se mantienen en luz amarilla intermitente. Claramente un invento uruguayo.

¿Cementerio-de-los-elefantazo?

Un nuevo 16 de julio, una nueva hazaña, un nuevo local que marcha en manos nuestras, un nuevo estadio enmudecido, un nuevo animal que nos deja con 10 todo el partido.
Hace un tiempo vengo teniendo la sensación que al fútbol argentino le está pasando algo que me suena familiar. Jugadores que militan en Europa, a gran nivel, pero en la selección nacional pasan sin pena ni gloria. Equipos en el medio local que si llegan a la semifinal de una copa internacional se ponen contentos, y el periodismo habla de “campeones morales”. Sobrevaloran el hecho de obtener un campeonato local. Grandes sumidos en la intrascendencia. Y el Chino Recoba de turno, a otra escala (porque son más que tres millones pelados), para Argentina es Messi.
A veces el fútbol parece increíble, generalmente lo es. Ahora, no es serio que Uruguay elimine siempre, pero siempre, absolutamente SIEMPRE al organizador del evento.
A ver, en términos cotidianos llevémoslo a un ejemplo. Un cuarentón, otrora gordito de la clase, hoy gordo oficializado, organiza un asado para reencontrarse con sus compañeritos del liceo; esos que durante años lo gastaron. Pero siendo fiel al dicho popular (era un gordo bueno), jamás les tuvo bronca. Compró la carne, cargó los casilleros de cerveza, las fundas de refrescos, armó la picada, compró la leña, prendió el fuego, y se perdió las mejores charlas en la picada porque el gordo boludo estaba haciendo el asado afuera con 10° bajo cero. No solo que el gordo se sacrificó por sus compañeros, con la ilusión que cuando coman el asado pudiera compartir hermosas charlas de recuerdos y anécdotas; sino que mientras trabajaba una costilla se le ocurrió preguntar “¿y el Tito? Hoy lo vi, ¿dónde se metió?”. Nadie contestó. Pero la costilla estaba tan brava que el gordo hasta se olvidó. “Aguantame que les alcanzo unos escarbadiente’”, dijo el gordo mientras se dirigía al dormitorio para luego encontrarse con una sorpresa. El Tito estaba en pleno acto sexual con su mujer, “¡gordo! ¿tan listos los chori ya?”, decía el Tito mientras se subía los calzones.
Alguna de las cargadas que ya empiezan a circular en internet.

No hay caso. Hoy no hubo pelota abajo del brazo, lo más parecido fue el colero del pelo de Cáceres, que justo se le desprendió el moño y tuvo que jugar un rato con el pelo suelto; toda una hazaña. No hubo copa de por medio, de copas se fueron varios para ahogar las penas de la derrota en el alcohol y las mujeres de fácil acceso a la zona mixta. Tampoco se jugaba en un estadio para 200 mil personas, y además algún que otro uruguayo había. En el 50’ no habían Sergio’s Gorzy’s, ni tampoco teníamos 398 periodistas acreditados en Maracaná. Nuestro capitán era Obdulio, todo un símbolo; hoy a nuestro capitán le dicen “la Tota”, se mira al espejo y le pregunta al de al lado mientras se revuelve un poco el pelo “¿cómo estoy, Mota? ¿Doy malo, qué decís?”.
Capítulo aparte para el señor Álvaro “Palito” Pereira. Desconocemos el origen del apodo, y no pretendemos investigarlo, por las dudas. Pero estamos hablando de un hombre, con todas las letras, incluso te hace sonar la “h” si quiere. El famoso “ida y vuelta” por la banda izquierda le queda chiquito, se aburre y hasta te hace un gol. Con ese rostro de hombre sufrido, fijate que te corrió más de 100 minutos y viene de tener un hijo; con todo lo que esto último conlleva. No me vengan con que el hijo no es un problema para descansar bien porque Palito está concentrado con el plantel, ¡mentira! ¿A caso se piensan que la mujer no lo llama cada 15 minutos? Así son las mujeres viejo, el pobre muchacho estaba yendo al piso para barrer y/o reventar a Messi mientras te calculaba cuántos paquetes de pañales tenía que comprar en la farmacia que le quedara en el camino.
Y si creímos que el Ruso Pérez había sido capaz de todo en el Mundial, estaban más o menos acertados. Desde el primer minuto debimos quedarnos con 10, claro, no hay referee que todavía haya echado a un jugador al minuto de juego (no me vengan con estadísticas de Finlandia, donde el Larrionda finlandés echó un jugador a los 45 segundos). Claro que el Ruso es inteligente y sabía que sino lo echaron al minuto, tarde o temprano lo harían, por eso decidió acomodar todo lo que se le cruzara por el camino. Eso sí, con la mano en el corazón felicitamos al Ruso por el gol que tanto merecía, hace un año.
Y por acá los voy dejando, queridos lectores, me esperan horas y horas de televisión argentina. Recordando los viejos tiempos del periodismo deportivo uruguayo, donde todo estaba mal, donde ningún jugador venía por la camiseta, donde los centros había que tirarlos al punto penal y no por detrás del arco, donde los repatriados venían a pasear, ir de putas y jugar (en ese orden). Gracias querido Uruguay por darme esta alegría que ningún uruguayo en el 50’ pudo tener. Sí, es cierto que fuimos campeones del Mundo en aquel entonces, pero ellos no tuvieron jamás la oportunidad de ver horas y horas de Colorados Liberman’s, de Fernando Niembro’s, de Quique Wolff’es, etcétera, etcétera. Además, los brasileros no son tan graciosos cuando pierden. “Al gran pueblo argentino, salud”, estará diciendo Gorzy en algún bar en estos momentos, mientras paga la vuelta para todos los argentinos allí presentes; dando origen a una nueva leyenda que seguramente alguien lo lleve a libro, mañana o pasado.
Algo que nunca entendí son los arqueros o sea quien sea, que no miran los penales. Flaco, a vos te hablo: ¿sabes lo que daría yo por estar ahí adentro? Si tuviera la plata o la acreditación pertinente estaría ahí mismo mirando todito sin mariconear diciendo “¡ay no quiero ver, no quiero ver!”. Me calenté, mirá.
PD: Mencioné un par de veces el tema de las acreditaciones. No sé, capaz que alguien con “influencia” me lee y me considera de importancia sustancial en el humor del pueblo uruguayo, y en una de esas me tira una acreditación para la semifinal. Bienvenida sea.

Anécdotas de boliche (¿primera y última parte?)

La historia a continuación narrada está basada en hechos reales. La similitud o coincidencia con los nombres se debe justamente a lo que les acabo de decir. Se pide disculpas de ante mano por todo comentario ensañado o con mala intención. De hecho, todo está escrito con mala intención. Aunque en realidad no queremos tener problemas, por eso cambiamos los nombres reales, perdón, esto ya lo dije.
Como siempre estamos pendientes de ofrecerles a ustedes, señores lectores, nuevas ideas y mayor desparpajo; acunamos una nueva idea para poner en práctica. El proyecto se trataba de una especie de “anécdotas de boliche”. Aprovechando nuestras vacaciones (sí, tengo vacaciones cuando otros no tienen) concurriríamos a varios boliches para ofrecerles a ustedes una crónica detallada de lo que acontece en la noche uruguaya.
La noche en el interior del país ya se palpitaba. Los motores típicos de la noche de sábado en Villa de la Floreada se escuchaban rugir cada vez que se enfrentaban a una vereda, en donde había gente dispuesta a maravillarse con tan reconfortante sonido. Las ofertas de siempre, los únicos tres boliches. Comenzaba la recorrida…
Comenzamos por el más nuevo en la ciudad. Suponiendo quedarnos en él ya que sería donde más gente había (por lo nuevo, a la gente le llama la atención lo nuevo, igualito a un niño razonando); además de que no teníamos plata para entrar a otro. (Aclaración: hablo en tercera persona por el complejo de futbolista que llevo adentro, ya lo había dicho pero el público se renueva; eso sí nunca lo dijo nadie).
Dicho boliche novedoso lleva por nombre “Soy Blanco y superior a vos campesino de mierda”. Llegamos temprano, el público (15 personas) se impacientaba afuera, ya que los porteros decidían hacer avanzar a la gente de a poco, para que dicha multitud no se amontone y entonces evitar problemas, discusiones, insultos, gritos, cánticos de guerra, disparos o el típico boludo que grita algo gracioso cuando la masa está esperando ansiosa, algo como “apurate que me estoy cagando”. Mientras, el público restante contemplaba el sonido ambiente de los motociclistas que exhibían sus motores ruidosos, su apuro por llegar a destino (algo los debe apurar a estos engendros, no puede ser que anden al palo en la moto todo el tiempo, además tengo la sensación que cuando pasan por una calle donde no hay gente que los mire bajan su velocidad, pero obviamente no lo puedo comprobar, a menos que mire detrás de la ventana, pero tan al pedo no estoy) y sus caños de escape averiados; un placer musical.
Pispiando a través de los porteros pude ver un cartel manuscrito que intentaba representar las reglas del derecho de admisión; bendito seas. Dicho manuscrito claramente legible por cualquier telescopio decía algo así: “NO SE PERMITEN GORROS NI CAPUCHAS”; nos quedamos tranquilos, el boliche ya no se llueve. Acotación: en su pasado dicho lugar –con otro nombre: “Lo del peludo en inglés”- solía ofrecernos paisajes turísticos increíbles. Días de lluvia se volvían un atractivo lugar para los amantes de las cascadas, pero al oscuro.
Miré mi atuendo y dije “opa, tengo capucha, mientras no me la ponga no tendré problema, supongo. ¿Qué hago? ¿Me la cortaré? (a la capucha mal pensado de mierda). Probemos, de última arranco para los otros boliches, mal yo en ponerme una capucha para un lugar con el ISO 666 ‘libre de capuchas y gorros’; para la próxima ya sé”, la gente me miraba razonar en voz alta, y comenzaban a tenerme miedo.
Decidimos entrar. Ingresando con el miedo de que mi capucha sea detenida a la voz de “alto señor, usted pasa, su capucha no”. Todo transcurrió con normalidad hasta llegar a la puerta (esa normalidad duró un metro), donde me vi obligado a levantar la cabeza, que escondía una mirada temerosa por el futuro de mi capucha, cuando escuché “alto señor, de pantalón deportivo no se puede entrar, reglas de la casa”.
En ese instante sufrí lo que científicos franceses llaman “deja vu”, ya que meses atrás recibí la misma orden de detenerme al intentar ingresar a un boliche de la ciudad Sarandí Chico, llamado “Ceniza Volcánica”.
Puerta del boliche. Detrás estaba el cartel manuscrito.

Como siempre pensamos en nuestros lectores (¿haremos bien?) decidimos no llevar dicha discusión hacia las armas de fuego, por eso emprendimos el viaje hacia un segundo lugar, al que más hemos concurrido en nuestra vida (se me fue la mano con la tercera persona y no puedo parar): “Europeo Colonizador y la puta que te parió”.
Al llegar, luego de toda la caminata necesaria para trasladarnos de un lugar a otro (cuadra y media), nos percatamos de que dicho boliche consta de dos entradas. Las malas lenguas dicen que por una puerta uno entra a un boliche con un nombre, y si sale por la otra, sale por la puerta de otro boliche, con otro nombre. Creemos que consiste en un misterio como la desaparición de las bermudas floreadas o Ricardo Fort.
Ta-te-ti de por medio decidimos entrar por la puerta de “Europeo Colonizador y la puta que te parió”, ignorando la puerta de “Desenfoque Bar” (Dios Bendiga al Traductor de Google).
Poca gente se divisaba afuera, parecía lógico ya que hacía frío; y en el interior hace frío de verdad. Bueno, la idea no es volvernos un uruguayo más y quejarnos de nuestro tibio invierno comparado al europeo o a cualquier otro; digamos que tenemos un invierno bastante flojito como invierno. Mucho frío sí, pero nunca una nieve, nunca un niño haciendo angelitos en el suelo. Un día intenté hacerlo pero el excremento de perro no era lo mismo que la nieve. Es todo un mercachifle que nos viene por televisión, nos muestran esos suéteres gruesos, mejillas rojizas, muñecos de nieve en la puerta de la casa, malvaviscos y estufas a leña en todas las casas, con sus medias navideñas esperando el regalo. Mientras que acá nos tenemos que fumar frío, lluvia, estufas a gas, paro del gas, muñecos de mierda en la puerta de mi casa, mutualistas saturadas, y gente en televisión que aconseja que nos vacunemos; esa no me la creo, en esa vacuna estoy segurísimo que nos quieren enchoclar la Navidad europea o alguna bacteria del consumismo. Por eso nunca me vacuno.
Me fui a la mierda. Estábamos en que me habían disparado en una pierna y un policía estaba herido. Perdón, estábamos a punto de ingresar al boliche. Como no hubo que hacer cola ingresamos directamente al hall que hace de boletería antes de ingresar al lugar. Apenas mi pie izquierdo pisa el lugar cruzo miradas con el vendedor, quien realiza el mismo movimiento con la mirada que el portero del anterior boliche; dirigiéndose hacia mis piernas. Antes que pueda decirle “¿qué me miras? ¿el bulto?” se anticipó diciéndome “no se puede entrar de pantalón deportivo. Ya lo venimos avisando por todas las vías habidas y por haber, de comunicación (facebook). Son reglas de la casa, disculpame en serio. De verdad disculpame, me siento una mierda haciendo esto pero es mi trabajo y cumplo órdenes. Es más, voy a largar mi trabajo ahora mismo y decirle la verdad a todo el mundo. ¡Sí! ¡Lo admito! ¡Soy demasiado sensible para portero de un boliche de mierda que tiene menos seguridad que un Cerrito - Rentistas en el (Parque) Maracaná, y la puerta de emergencia está dibujada con lapicera al lado de la puerta del baño de hombres, atrás de los casilleros de cerveza! ¡Renuncio! Me voy a vender productos de Nuvó.
Se exaltó el portero. A pesar de su renuncia igual no pudimos ingresar, las reglas de la casa seguían siendo las reglas de la casa. Inmediatamente me dirigí a la otra puerta, la de “Desenfoque Bar” (¡oh! Alabado seas Traductor de Google), en donde no necesité poner un pie cuando el portero me miró como diciendo “no flaco, ya escuchaste al mariposón del portero anterior que va corriendo allá por la esquina gritando y llorando”. Sin mediar palabras me sentí como ellos querían que me sienta, ignorado, excluido y con ganas de hacer correr sangre inocente con una molotov reventando el hall de entrada para que se propague enseguida a la barra de entrada y que el alcohol en abundancia haga destruir por completo el piso de abajo, haciendo que también se destruya el de arriba ya que caería inmediatamente.
Luego de ese segundo cargado de nobles pensamientos hacia el prójimo agaché mi cabeza y tomé la misma dirección que el maricón del portero que acababa de renunciar, ante la mirada atónita de los excluidos en la vereda de enfrente, y la quiosquera que asomaba la cabeza entre medio de los caramelos masticables y las pastillas mentoladas.
Mi rumbo era mi hogar, mi cama y acostarme a dormir indignado. Ya las crónicas de boliche estaban echadas a perder, mi tristeza por ustedes, los lectores, me había ganado. A una cuadra se encontraba el tercer y último boliche, “En tono de grises”, al que nunca había ingresado. Y tampoco iba a ser ésta la excepción, simplemente me acerqué a la puerta con la intención de consultar si mi apariencia era bienvenida. La respuesta fue la misma, y ya entré a pensar que esta gente tiene un casette adentro, “reglas de la casa”.
Volviendo a mi casa, mientras me limpiaba alguna ceniza que quedaba en mi ropa iba reflexionando. Y jamás llegué a una conclusión.
¿El portero que renunció? Oí por ahí que llama todas las mañanas a la radio. Protesta indignado sobre el tema del momento (la justa medida de plata a entregarle al recolector de basura a fin de año que hace sonar un silbato y todos tenemos que suponer que quiere plata y por ende salir a dársela; pasear el perro con correa de cuero o con cadena forrada de plata; o centro con luces azules es de maraca o de ciudad del interior en desarrollo), y aprovecha para ofrecerse como laburante en “cualquier tarea”.
Un poco extraño el nombre del boliche. Bueno, para qué discutir, son reglas de la casa. Esas permisivas que dejan entrar a cualquier persona a pesar de que la capacidad del lugar haya sido superada en un 300 %, y terminar matando. ya no por la última gota de alcohol, sino por algo de aire para respirar. Claro, ahora entendí, para que no se llene no dejan entrar a los que van de pantalón deportivo. Aunque el portero le explique a uno que científicamente está comprobado que las personas que visten pantalón deportivo o usan gorra generan violencia y técnicamente “termina en quilombo”. “Lo dicen las estadísticas, lo dicen las estadísticas”, repetía el portero que explicaba por qué no debía entrar uno al lugar, luego que el anterior portero corriera gritando y llorando.

Cancionero infantil, parte…

Realmente es un acto de holgazanería de nuestra parte (los maté con “holgazanería”, qué palabra tan elegante para decir vagancia) pero no recordamos qué número de canción infantil vamos a analizar.
Hace tiempo que no analizábamos una, en la calle la gente nos lo hacía sentir. “Vo, ¿para cuándo la canción infantil? Tengo que saber qué significado tienen pa saber si mi hijo tiene que ir a la escuela o lo dejo mirando Ben 10”, era uno de los comentarios que a diario nos encontramos en la calle. “
Como ya les habíamos contado se acabaron las canciones de nuestra memoria personal, y por ende recurrimos a solicitar alguna a ustedes, los lectores. O directamente recurrimos a robarla de la web, y éste es el caso.
A continuación, analizaremos “Que llueva, que llueva”:
Que llueva, que llueva…
No es el título, no. Es el comienzo de la canción. Cualquiera supondría que las canciones son para que las canten los niños en la escuela, jardinera, jardín, guarda-bultos –digo- guarderías, etcétera. Pero al parecer también las escriben los niños, porque esta primera estrofa no parece ser lo más elaborado que se haya visto en canciones.
Bueno, me dirán que el 99 % de las cumbias tampoco lo son; tampoco me voy a poner en el papel de defensor de la cumbia (en todas sus expresiones: plancha, reggeatón, plena, salsa o Tan Biónica), pero si es necesario cazo la gorrita con visera -que siempre guardo por si a caso- y te defiendo a la cumbia, en contra de esta basura de primera estrofa de una canción infantil.
La vieja está en la cueva…
No me gusta demasiado esto. Volvamos a lo de hoy: es una canción infantil, y a menos que ésta modernidad (sí, hay muchas modernidades) venga con el concepto de “vieja” ya establecido, a mí se me enseñó –cuando infante- que debía respetar a las señoras mayores y señalarlas de esa forma, como señoras mayores. Lo cual creo que terminaría agrediéndolas más, igual que al llamarlas “viejas”; en fin, viejas o señoras mayores se ofenden igual porque te vienen así de ofendidas; las viejas, o las señoras mayores
Ahora, habla de la cueva. No se precisa ser un sabio para saber que la vieja vive en un sucucho, la pregunta que todos ustedes se estarán haciendo es ¿es Lucía Topolanski, “la Pepa”? Con todo respeto claro, para nuestra primera dama.
Los pajaritos cantan…
Es muy de vieja tener animales en la casa, cueva o asiento de ómnibus donde viva. Se ve que esta vieja tenía pajaritos, y no uno solo.
Ahora, ¿no estaremos ante una metáfora sexual? ¿Y que pajaritos no signifique solamente eso que estamos imaginando si hablamos de un mundo de canciones infantiles, inocentes, con colorido y conejitos saltando? No sería la primera vez, busque en esta página usted lector y encontrará las metáforas escondidas dentro de canciones infantiles.
Mejor no aclarar lo que en realidad estaría significando “pajaritos” en el contexto de una vieja solterona que vive en una cueva.
Que sí, que no…
Y las viejas son indecisas, eso lo sabemos todos. Basta con subirse a un ómnibus y ver cuando le preguntan al chofer si éste pasa por “x” lugar, para luego razonar durante eternos segundos la decisión de subir, y todos nosotros esperándola, sujetada de la puerta como si con sus superpoderes lo intentara detener.
Que caiga un chaparrón…
“Chaparrón” estoy seguro que primero se creó en el diccionario del español antiguo (o sea de viejas) y luego se expandió a través de esos jóvenes ancianos que se reproducen entre sí.*
Es muy de vieja también querer que llueva. Nunca por sus intereses personales, sino porque al mirar el informativo y entrar en la manija de la sequía, de los estancieros llorando desconsolados en cámara porque se le secó el boñato, que la represa esto y el gobierno que te apaga la luz lo otro; te terminan pidiendo a gritos (léase en el almacén o vereda con demás co-ancianas) que llueva.
Claro, enseguida del deseo cumplido viene el “¿por qué tiene que llover? Ahora no me seca la ropa”.
Arriba del colchón…
Mirá la vieja, se soltó nomá. Agarró la ceibalita que el nieto reventó contra la heladera, se creó una cuenta en una de las tantas redes sociales, y salió en busca de lo suyo. “Veterana busca joven para enseñarle cosas chanchas”, “mujer mayor busca cuidar bebé”, y mi preferida “señora busca relación estable”.*

*1. Existen. Nos referimos a esas personas jóvenes que claramente demuestran que algún espíritu anciano se les metió dentro y los dominan por completo. Hablan como personas mayores, se visten como personas mayores, y se quejan en canal 10 sobre cualquier tema en la calle, como personas mayores.
*2. Aclaro: no son mis preferidas las señoras que buscan relación estable. No vaya a ser cosa que la casilla de correo se me llene de propuestas, insultos, o propuestas precedidas por insultos. Quiero decir que la frase-nick de un chat de levante que más gracia me causa es esa. ¿Por qué? Vamos, ¿en qué chat de gente semi-depravada una persona podría salir buscando una relación estable? No me chupo el dedo con guantes de lana.

La imagen seductora de un galán de las redes sociales.

Las vacaciones de julio pueden terminar enloqueciendo a alguien, está científicamente comprobado. Ta, poco vendedor mi título, pero las ideas son las ideas, protestale al gremio de tituladores de diarios sino te gusta

“Al fin vacaciones de julio” dijo un día Cacho de la Cruz. “Qué lindo es dormir hasta tarde” dijo otro día Susana Giménez, y de pasada “no dejen de soñar”, dijo Rosario Castillo.
En fin, llegaron las vacaciones de julio. Usted me dirá que ya hace más de una semana que comenzaron, yo le diré que en mis estudios acabo de empezarlas.
Sentarse a mirar televisión parecería una obligación. Con suerte ligamos alguna goleada (uno a cero) de la Copa América, o embocamos UN saque de meta en el Mundial sub 17 en donde el público mexicano se distraiga y se olvide de gritarle “¡burroooo!” al arquero de turno. Seguramente es el entretenimiento mexicano más grande, según historiadores es una costumbre que viene desde los pueblos aztecas, donde los aztecas escépticos gritaban “¡burrooooos!” a los aztecas gorzynianos, cada vez que estos alababan a Hernán Cortés, como la reaparición de su Dios Quetzalcóal, quien les prometió volver en cinco porque se iba a comprar puchos (léase que leí historia azteca).
Para algunos es un entretenimiento prender la tele a la hora del informativo y saber cuánta gente pasó por Tres Cruces porque se va de vacaciones. Alguna vez un tío mío decía que le daban ganas de salir a matar esos informativistas que te refregaban por la cara la gente que podía irse de vacaciones, cuando uno tenía que quedarse laburando al frío. Otro tío mío también decía que “la televisión no es la que engendra violencia”.
También las vacaciones de julio son un lindo momento para ir a la rambla montevideana para poder tomar impulso y salir volando, y así recorrer la ciudad de Montevideo sin tener que pagar el boleto de ómnibus más caro del mundo.
En el interior, y donde hay cine, también es momento de aprovechar esos bonos para estudiantes donde te hacen descuento en la entrada. Aunque la diversión termine siendo el hacerse pasar por liceal, ya que hace un par de años que el cine mundial no encaja una película como la gente. ¿Es mi sensación o últimamente no se estrenan esos “grandes filmes” con producción multimillonaria, tecnología avanzada, efectos especiales intergalácticos y sonorización de la puta madre? Digo, hace dos o tres años a cada rato tenías el estreno de una película que hacía que masivamente la gente la fuera a ver, cito al “Señor de los Anillos” y sus 27 partes, “Harry Potter” y sus 48 versiones; todas películas que nunca vi pero me di cuenta que la gente se desesperaba por ver. Gente que se desesperaba por comprar sus libros, por sacar una entrada. La reventa de entradas para “Harry Potter y la concha de su hermana” provocó graves incidentes en Turkmenistán, donde largas colas en el Abitab turkmenistaní provocaron que la gente se quedara sin entradas inmediatamente, llevándolos a buscarlas directamente en el cine, donde también se encontraron que no había y terminaron incendiando la boletería.
Para cerrar, me calenté. Sí, con vos Corrector Ortográfico del Office. Sos flor de gil, me subrayas con rojo todo lo que se te antoja a cada rato (nota: me acaba de subrayar “Sos”). Me metés mayúsculas en palabras cuando se te antoja, me cambias las palabras sin pedirme permiso, ¿¡y qué sabes si yo la quería cambiar o la quise poner así!? Así no viejo, ya nos estamos llevando mal. Con esa cara soberbia que me miras cuando me pone subrayas “turkmenistaní”, ¿acaso sos racista? (y me seguís subrayando “sos”). ¿Sabes qué? Sos flor de comercial, ¿Por qué no me subrayaste Harry Potter? ¡Ah! Eso sí lo reconocés. Claro, la fueron a ver 700 millones de vejigas y vos ya la admitís. Ta’, ta’, quedamos así…
Si googleas la palabra vacaciones (dejate de joder corrector, “googlear” es un verbo que desde aquí proponemos que se incluya en el vocabulario de la lengua española y por ende se incluya en la RAE; ta, no es la mejor forma de hacer la petición desde el paréntesis de un pie de foto en el final de la columna de un blog, pero bueno, aprovecho la oportunidad) te encontrás con esta frase, muchas veces. Pero por nuestra simpatía con Los Simpson (este equipo de trabajo aprovecha esta oportunidad para declararse pro Simpson) elegimos esta.