Cancionero infantil, parte cuatro

Continuando con este profundo análisis de las canciones que mortificaron nuestro cerebro en esa hermosa etapa llamada “infancia”. De la que todo adulto siempre se encarga de sabotear, por la envidia que le genera. No me vengan con la ética ni la moral, acá todos sabemos que los adultos se empeñan de hacer imposible la infancia de uno, luego la adolescencia y así sucesivamente hasta su lecho de muerte.
En este caso volvimos a recurrir a fuentes cercanas para seleccionar la canción a analizar. Qué mejor que recurrir a una de esas personas que se encargan de destruir la infancia, como un Educador preescolar. En este caso la canción se intitula “A guardar”:
A guardar, a guardar
Esta frase me trae recuerdos espantosos. ¿Por qué? Se preguntarán todos, porque de niño hubiera soñado escuchar esa frase en una maestra, un profesor, o lo que fuere que se pare delante de la clase escribiendo en un pizarrón negro de tiza (¿se pensaron que nací en la época del pizarrón con marcador? no señor, esa época llegó después, sustituyendo los males al organismo que provocaba la tiza, por el estrés que comenzó a generar que ningún “draipen” funcione). Igual así, sacrificando su propia vida, nuestra existencia siempre era el objetivo a molestar, por eso quiero decirles que nunca nadie me dijo esa frase “a guardar, a guardar”. Lo que hubiera significado el fin de la clase y una especie de “váyanse nomá gurises, pueden volver a su casa. Ah, y no hay deberes para mañana, diviertansén”. Minga.
cada cosa en su lugar,
Es el "graffiti" que siempre soñé hacer en el liceo,
pero nunca tuve las agallas de hacer
Un poco miliquera la cosa. Y un poco utópico el que un día se sentó drogado bajo la higuera de su casa, a sentir la brisa contaminante de un otoño montevideano. ¿Dónde se ha visto que un niño sea ordenado? ¿Dónde se vio que cada niño vuelva a su lugar original las cosas, es más, sin que estas hayan sido despedazadas contra el piso? Soñaba el tipo, y además miliquero. “¡Orden! A ver infante Luciano, se presenta de inmediato a la salita de lectura; recoge sus víveres, sus libros de colorear y su cuaderno viajero, los coloca en su mochila e instantáneamente se le apersona a su progenitora en la entrada del local”.
sin tirar, sin romper
Y seguía drogado el letrista. Claramente vemos que el efecto de las sustancias alucinógenas produce la redundancia en la composición de canciones infantiles, lo sabe todo el mundo. En primera instancia advierte que no se caigan las cosas, lo que parece lógico, “pendejo guardá rapidito todo y no tires nada”. Y en segunda instancia, cayendo en la realidad de los hechos (justamente cayendo) advierte que, bueno, si vas a dejar caer algo al piso, que procure no romperlo. Parece un poco estúpido el razonamiento ya que si es un objeto rompible, la sola caída lo hará romper. Pero me pregunto: ¿qué lleva un niño a un jardín o escuela que se pueda romper? Los vasos expresamente se solicita que sean de plástico, los cuadernos tampoco ya que al caerse más que ensuciarse, porque la empleada no fue el día antes, no va a pasar. Ustedes me dirán instantáneamente: ¡los juguetes! Y acá con el orgullo que me asiste les argumento: los maestros/as roban los juguetes de los niños. Sí, y acá confieso el único recuerdo que tengo de mi edad preescolar: solía llevar algún juguete al jardín, sobre todo si era el chiche nuevo que mi tía o algún allegado me regalara. Es como el libro que uno lleva para leer en un viaje, uno en el jardín iba a tratar de pasar lo mejor posible. ¿Y qué pasaba? La maestra siempre se encargaba de asignarme un castigo con el objetivo de esconder mis juguetes fuera de mi alcance, o sea, arriba de los muebles; con la promesa de que a la salida serían devueltos. Jamás. Nunca me fueron devueltos, hasta hoy guardo ese recuerdo rencoroso de mi infancia. ¿Les dije o no les dije que los adultos tratan de destruir nuestra infancia?
que mañana,
Acá estamos ante el comienzo de la combinación de palabras más espeluznante que un niño pueda oír; ya que casi siempre estas dos palabras van acompañadas de “tienen deberes”, “no se olviden de hacer ‘x’ cosa que les mandé”. Ya que todos sabemos que si hay feriado jamás se nos avisa, es más, hacen todo lo posible para no decirlo y que como giles (no nosotros, nuestros padres) terminemos al otro día en la escuela y/o jardín.
hay que volver.
Bueno, por lo menos no mandaron deberes.
PD- El comité de periodistas al pedo que analizan hasta el más pequeño detalle de textos periodísticos (C.D.P.A.P.Q.A.H.E.M.P.D.D.T.P.) me indagó sobre la cantidad de preguntas planteadas dentro de un mismo texto. Por este motivo debo dar explicaciones y yendo directamente hacia las mismas les digo: mi infancia fue así; la recuerdo poco, y me dejó más dudas que certezas.
-Declaro no conocer al autor de la canción, ni su adicción al vascolet vencido.
-Los juguetes de cuando iba al jardín todavía no han vuelto a mi propiedad, agradezco cualquier información.

2 comentarios:

  1. Che, no leí la columna porque ya es tarde y tengo sueño, pero un chapón bien grande por la foto jajaja, casi me detengo a leer y todo.

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